Si se busca a Solange Witteveen en Internet, Google la definirá como una atleta olímpica, especialista en salto en alto que compitió en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 y en Atenas 2004 y que fue medalla dorada en los Juegos Panamericanos de Winnipeg de 1999. También dirá que su marca de 1,96 metros obtenida en Oristano, Italia, en 1997, es el récord sudamericano vigente. En realidad, también debiera decir que Solange Witteveen es empresaria, madre y actriz que apunta, con 41 años, a meterse en la pantalla chica de la televisión estadounidense.
Desde Los Ángeles, donde vive hace más de 10 años cuando cruzó el mundo para seguir a su amor, Solange Witteveen le cuenta a Clarín su nueva vida, alejada del deporte y con el sueño de poder dedicarse a la actuación.
-¿Te definís como actriz hoy?
-Y… no sé. Trato de dedicarle cada vez más tiempo. La realidad es que encontré la pasión del atletismo en otra cosa. En marzo se cumplen tres años de que arranqué con esta idea. Ahora presentamos escenas con la clase en junio y en agosto, y en diciembre una obra. De a poco me voy enganchando. La sensación que tuve la primera vez que hice la presentación de una escena fue la misma que sentía en la previa de un torneo: esa energía, adrenalina y euforia fue exactamente igual a la de un torneo. Creo que por eso me apasiona tanto esto.
-¿Cómo pasaste de atleta a actriz?
-En realidad yo ya había estudiado un poco cuando vivía en Valencia. Entrenaba a la mañana y a la tardecita, a la hora de la siesta, me escapaba a mi clase de actuación. Y después volvía a entrenar a la tarde. Cuando viví en Argentina me anoté en el conservatorio, pero por mi carrera empecé a viajar y se me hacía imposible. Después hice la carrera deportiva que logré y hace unos años dije: “Bueno, a mí me gustaba esto, ¿por qué no me doy una chance?
-O sea que no hablás de un hobby sino de dedicarte a esto profesionalmente.
-Estoy en la ciudad adecuada para intentarlo. Si me quiero dedicar a actuar estoy en el lugar ideal, ¿no? Me fascina y lo disfruto muchísimo y el tiempo que le dedico intento que sea al máximo, como para que el día de mañana, cuando tenga un poco más de tiempo, pueda empezar a ir a castings y que digan: “Uy, esta piba es buena”. Pero sé que es muy difícil lograrlo.
-¿Por qué difícil?
-¡Hay tanto nivel! Hay demasiada gente buena en Los Angeles y por supuesto es más la cantidad de personas que los puestos de trabajo disponibles. Son miles los estadounidenses que van a Hollywood con el sueño y se vuelven con las manos vacías. Todos bailan, todos cantan y todos actúan bien. La gente es polifacética acá. Así que no pongo la varilla en ningún lado. Yo aprendo y disfruto mucho el camino que estoy haciendo. Mi objetivo es tener el tiempo que quiero para dedicarme y si logro que sea mi profesión, sería fabuloso.
-¿Por qué no te podes dedicar de lleno ahora?
-Con las tres gorditas se hace complicado. Alexia tiene 6, Caterina 5 y Tatiana 3. Además con mi marido tenemos una compañía que arrancamos hace 3 años. Él es el impulsor y emprendedor en el asunto, y yo lo acompaño. Es una empresa de alquiler de autos eléctricos, una industria que en Estados Unidos y sobre todo en Los Ángeles está en pleno auge. Se está promoviendo bastante la preservación del medio ambiente, y esto, que es completamente sustentable, va de la mano. Tiene la veta ecológica, y además es algo muy innovador. Y la cuestión es que me saca muchísimo tiempo.
-¿Como viviste la transición entre el atletismo, retirate y la idea de dedicarte a la actuación?
-La gran ventaja que tuve es que viví el retiro de una manera mucho más natural. Pero también hay otra cosa. Yo me fui a vivir a un país en el que ni siquiera saben que hay atletismo en Argentina. A ese nivel. Una está acostumbrada a un trato diferente. Encima me enfrenté con un rubro nuevo. No fue fácil eso de tener que bancarme ser el último orejón del tarro. Y arrancar algo nuevo a una edad en la que ya sos grande. Tengo compañeras 10 ó 15 años menores que yo. Aunque arranqué más tarde porque me dediqué a otra cosa antes.
Flaquita, te dejo abierto el gimnasio el 24 y el 31, ¿no?. Cuenta la anécdota a la distancia Solange Witteveen. Dice que Rubén Delio, encargado del CeNARD en esa época del cambio de milenio, le dejaba abierto el gimnasio para entrenar, aunque fuera feriado. “Me abrían especialmente el gimnasio porque me peleaba con todo el mundo si no me dejaban entrenar, ‘¿vos te creés que mi rival deja de entrenar porque es feriado?’, le decía a Rubén. Yo tenía que entrenar igual. Así de loquita hacía lo que me gustaba, porque me apasionaba y no me importaba dedicarle el día entero”.
-¿Tomás consciencia de lo que fuiste como atleta?
-Vivo en otro país, haciendo otra cosa. Pero en septiembre del año pasado me hicieron un homenaje porque se cumplían 20 años de mi récord sudamericano, y ahí es cuando te cae un poco la ficha. Me emocioné un montón. Me entregaron una plaqueta de la Confederación y hasta buscaron a mi maestra, que fue la que me inició. Miro para atrás y veo mi carrera deportiva como algo muy lindo, algo que se lo recomiendo a cualquiera.
-Están los que dicen que el alto rendimiento no es del todo sano porque expones tu cuerpo a limites extremos, ¿Qué pensás?
-Y… hay bastante de cierto. Yo hacía sentadillas profundas con 120 kilogramos de peso, y llegué a hacer un cuarto de sentadillas con 230. Eso no es bueno para una espalda. No es saludable. Justamente, uno siempre busca límites. ¿Quién te puede decir que poner esa presión en mi espalda y ese peso a mis piernas es sano? Y no, nadie. Pero creo que la exigencia mental que uno hace es la que vale la pena. Pero depende de cada atleta. A mi me dio una perseverancia que es la que me lleva al éxito en mi vida. Y yo noto mucha gente alrededor mío que no la tiene. No sólo en el deporte. Hay excepciones, pero creo que si algo conecta a todo el alto rendimiento es la tenacidad.
-¿Qué sensación tenés cuando hablás de atletismo?
-Miro para atrás y digo… Uy, qué bueno haber podido hacer eso en mi vida. Qué lindo. Estoy súper agradecida de lo que me dio el atletismo durante un montón de años. No me queda ningún sabor amargo porque lo hice hasta que quise y cuando dejé fue porque ya era hora. Ya había pasado el ciclo y estaba en otra etapa. Siempre busqué cosas nuevas que me motivaran y si hay que volver a arrancar de cero, así será.
-¿Hay talento en Argentina?
-Uff… muchísimo. Pasa que en Argentina el talento muchas veces no tiene para comer. Y tiene que elegir: trabajo o atletismo. Y es obvia la solución. Pero los genes están. Además es un deporte que tiene muchas ramas. Hay disciplinas para el alto, el bajo, el más flaco o el más gordo. Pero al talento hay que ponerle la zanahoria adelante. Es complicado el camino deportivo en Argentina.
-¿Cómo ves el salto en alto a a la distancia?
-Ahora estoy completamente alejada del atletismo. Pero tengo muchos amigos y veo que está la voluntad de generar cambios y de que las cosas funcionen. En cada área, y no sólo en salto en alto, hay una persona que intenta poner su granito y desde que me metí en esto veo gente que intenta hacer que funcione. Pero es complicado, como todo. Se necesita una base y entrenadores muy capacitados. Y más pistas en todos lados, no sólo en el CeNARD. Hay muchas cosas por hacer.
Si el deseo de las personas se midiera sólo por actitud y entusiasmo, Solange Witteveen encabezaría cualquier lista. Es emprendedora a los 41 años y rompe con los supuestos. Le gusta decir que por ser madre de tres hijas no tiene la vida resuelta. Con varios pergaminos encima, busca nuevos desafíos. Y la vida le da la razón: aún conserva el récord de salto en alto y ya tiene los bocetos de sus nuevos planes.