Por HERNAN SARTORI / Diario Clarín
Corre, Florencia, corre. Le da duro desde que pisó la pista en Lima. Se mantiene en el pelotón de punta desde la largada de los 5.000 metros. Fluctúa entre el tercer y el cuarto puestos hasta que llegan las dos vueltas finales. Entonces aprieta los dientes y pone quinta a fondo. Supera a la colombiana Carolina Tabares y corre. Llegan los últimos 250 metros y pasa a la peruana Luz Mery Rojas, que intenta alcanzarla pero enseguida se da cuenta de que es historia. Corre, Florencia Borelli, corre y será campeona sudamericana.
Corre tan fuerte la marplatense de 26 años porque con ella corre su hijo Milo (4), que la espera en casa con papá Facundo para llenarse de besos a la vuelta. Con ella corre Mariana, su hermana melliza, plata en los 1.500, que grita en la platea. Con ella corre Saúl, su padre, quien aún le da duro por la Peralta Ramos. Con ella corre Leonardo Malgor, su entrenador de toda la vida, mientras tiene el cronómetro en la mano a un costado de la pista.
Florencia Borelli, con su medalla de oro, en el centro del podio de los 5.000 metros del Sudamericano de atletismo.
Va a ganar Florencia, pero no afloja. Y cuando cruza la meta, ser campeona no le basta. Se toma el rostro, junta las palmas y mira al cielo. “Gracias, gracias”, se lee en sus labios. Pronto tendrá la medalla de oro colgada. Pero ahora ella sabe que es la nueva dueña del récord argentino de la distancia, porque con sus 15m42s60, acaba de mejorar su marca en 19s63 -una bestialidad- y de bajar los 15m43s36 que tenía Rosa Godoy desde el 2 de junio de 2011. Ah, y será mundialista en Doha. Pavada de premios.
«Fue una carrera soñada y llevó mucho trabajo lograr esta marca para ganar mi primer título sudamericano, lograr el récord argentino y sacar el pasaje al Mundial. Es increíble. Antes de largar, mi entrenador me dijo que aguantara atrás y que atacara en la última vuelta. Y eso hice, je. Tuve cero miedo», le resume a Clarín desde Lima.
Florencia Borelli, con su hijo Milo en la pista de Mar del Plata. Foto: Gentileza Florencia Borelli
Con Florencia corrieron todas las mujeres argentinas que apuestan a ser felices al trote. Con ella, al cabo, corrieron las madres que dan el tiempo que no tienen para combinar la maternidad con sus objetivos profesionales.
“Nunca vi a la maternidad como algo que me frenara. Es espectacular. Milo me hizo madurar al 100 por ciento. Me hizo tomarme muy en serio mi trabajo de atleta y valorar que puedo crecer no por haber obtenido un logro deportivo sino porque al volver a casa paso mucho tiempo con él”, cuenta la mejor fondista argentina, dueña del récord nacional de medio maratón (1h11m58 en Buenos Aires, el 10 de septiembre de 2017), segunda en el ranking de 3.000 metros (9m10s79, para el bronce en el Iberoamericano de Rio de Janeiro 2016), cuarta en 10.000 (33m53s58 en Rosario, el 14 de abril de 2018) y séptima en 1.500 (4m18s45 en Concepción del Uruguay, en marzo).
“Los niños son nuestros maestros y Milo a mí me ayudó en un montón de aspectos, independientemente del resultado con el que volviera a casa. Antes me costaba más disfrutar de las competencias, porque soy muy exigente. Hoy sé que si lo diste todo al intentarlo, está bien. Y que puede salir mal, porque no somos infalibles”, reflexiona la marplatense, que reconoce sus dos caras.
“En el deporte soy muy fría. Me concentro desde el principio y no pienso en nada ni en nadie cuando compito. Es muy raro que me veas llorar. Pero no es que no lo sienta. Soy así, medio fría en general. Pero cuando estoy con Milo, soy otra persona. Lo beso, me le tiro encima, soy pesada. Está harto, pobre, je, je”, confiesa entre risas quien se preparó en los 2.300 metros de altitud de Cachi para este logro extraordinario.
Florencia Borelli, con su hijo Milo. Foto: Gentileza Florencia Borelli
“Fui por primera vez a Cachi en 2010, pero recién ahora me amigué con la experiencia de la altura y de la distancia con mi ciudad, a la que amo. Es la primera vez que subí psicológicamente bien a Cachi, porque siempre me costó. Ser madre te potencia un montón”, admite la rubia. Y vaya si sabe por qué lo dice…
“Mi espacio es el entrenamiento y lo disfruto más allá de la exigencia. Después de todo lo que sufrí en el parto de Milo, lo que vivo no es sufrimiento. No me dieron la epidural, el trabajo de parto duró muchas horas, dilaté bien pero no podía salir… Jamás entendí el porqué de tanto dolor hasta que me mandaron a cesárea”, rememora la flamante campeona sudamericana.
Florencia Borelli, con la medalla de oro de los 5.000 metros del Sudamericano de atletismo, en Lima. Foto: Consudatle
Ser atleta de alto rendimiento en Argentina suele ser un calvario, porque el dinero no alcanza, se complementa el entrenamiento con uno o dos trabajos y encima después hay que conseguir resultados para contar con becas y rogar que algún sponsor privado se acerque.
A fuerza de constancia, método y talento, Florencia Borelli se hizo su lugar. Y es el sustento del hogar, la jefa de familia, algo inusual en el deporte argentino. Y aquí entra en juego su compañero de la vida, Facundo Garbini, diez años mayor que ella, quien no resistió a su encanto desde que la vio en Mar del Plata allá por 2013.
Florencia venía de consagrarse en el Medio Maratón de San Francisco con 20 años, el amor apareció en su vida y a poco de la relación quedó embarazada. “Siempre quise ser madre joven, pero cuando me enteré me puse pálida. Facu no quería que cortara mi carrera y él siempre bancó mis decisiones», cuenta para refrendarle a quien quiera escuchar que detrás de su grandeza como mujer y atleta, hay un gran hombre.
“Mi marido es el amo de casa. Terminó el curso de guardavida, pero no trabaja porque es el pilar que apoya mi carrera y es clave con los tiempos de Milo. Es un padrazo al 100 por ciento. No se perdió un momento con su hijo. Cocina, limpia, plancha… Me saqué la lotería, je. Cada vez que dice algo, a mí me queda grabado. Y si Milo se golpea o tiene fiebre, busco su respaldo y ahí está. Es un pilar muy grande”, describe a su marido desde 2016.
Si primero hay que saber sufrir, vaya si Florencia padeció ese verso de “Naranjo en flor”. Además de los dolores en el parto del 12 de marzo de 2015, a los 22 años debió reconstruirse como mujer atleta ya puérpera. Había sufrido presión alta durante el embarazo y Milo absorbía tanto que apenas aumentó 5 kilos con él en el vientre.
Florencia Borelli festeja al llegar a la meta como campeona sudamericana de los 5.000 metros. Foto: Consudatle
“La primera vez que salí a trotar después de la cesárea, mi marido me acompañó en la bicicleta porque yo no podía levantar los pies. Había perdido toda la fuerza. Pero nunca pensé en que no volvería a competir”, grafica.
Y así fue como en noviembre de 2015, apenas ocho meses después de su maternidad, Borelli ganó el Medio Maratón de Mar del Plata en 1h15m25. “Guardo siempre la foto que me sacaron dándole el pecho a mi hijo apenas terminó la carrera”, confiesa con orgullo, al tiempo que tampoco hace alarde de combinar la maternidad con su carrera: “A la hora de largar, somos todas iguales”.
Milo y Facundo la esperan en Mar del Plata, la ciudad donde nació y de la que se nutre para crecer como ser humano y como atleta. En la pista y en los fondos por la Laguna de los Padres, donde preparará su participación en una serie de los 5.000 metros del Mundial de Doha, el miércoles 2 de octubre. Antes se entrenará y competirá en pistas de España, con los Juegos Panamericanos también en la mira.
¿Soñar con Tokio 2020 es un imposible? “Como deportista de alto rendimiento, la cita máxima son los Juegos Olímpicos. Me encantaría clasificarme, pero no me quita el sueño. Estaría satisfecha con haber sido una atleta que dejó buenas marcas. Y si los Juegos no llegan, no llegan”, resume Florencia Borelli. Ella sabe que su tesoro más preciado está en su hogar.