Skip to content

Susana Ritchie, un destello olímpico

14/07/2020

CADA / Figuras en el recuerdo (Por Luis Vinker)

El atletismo femenino en nuestro país tiene antecedentes que se remontan a la década del 20 pero, en forma oficial, ingresó a los Campeonatos Nacionales (y Sudamericanos) en 1939. Justamente ese año, Leonor Celi fijó un récord de 12 segundos –exactos- para los 100 metros, que permaneció inamovible por varias décadas. María Luisa Castelli cumplió una gran actuación en los Panamericanos de 1955, en México, con su medalla de bronce y su marca de aquel momento fue también de 12s.0, tanto en las eliminatorias como en la final, aunque posteriormente se homologó como 12s.26 electrónicos.

            Al iniciarse la temporada olímpica de 1964, con la perspectiva de los Juegos de Tokio, había expectativas por un buen conjunto de velocistas que coincidían en el mismo período. Se trabajó para formar un relevo con posibilidades de asistir a los Juegos y, a la vez, ya se palpitaba que alguna de aquellas atletas estaba en condiciones de quebrar la barrera de los 12 segundos. El primer aviso lo dio la santafesina Alicia Kaufmanas, al igualar la marca el 17 de abril.

            Pero el momento cumbre sucedió en pleno invierno, en la pista de carbonilla de Gimnasia y Esgrima, en el segundo de los tests preolímpicos. Aquella tarde del 16 de agosto, Susana Ritchie ganó la primera serie con 12s.0, igualando el récord, en tanto Kaufmanas logró la otra eliminatoria con 12s1, una décima por delante de la platense Margarita Formeiro.

            La final constituyó una de las mejores carreras de nuestro historial femenino, sólo comparable a la que la generación de Allocco, Fitzner o Cragno ofrecerían una década más tarde. Susana Isabel Ritchie, quien representaba al Club Argentino de Atletismo, ganó con 11s.8, batiendo el récord nacional y también el sudamericano, que la chilena Annegret Weller mantenía con 11s9 desde 1946. Con viento calmo, uno de los relojes indicó 11s7, el otro 11s8 y un tercero 11s9, mientras que el reloj “testigo” corroboraba los 11s8, que fue el tiempo oficializado por la Federación. También sus escoltas –Kaufmanas segunda, Formeiro tercera- quebraron el anterior tope nacional, al marcar 11s9. Y lamentablemente no les tomaron tiempo a las otras clasificadas –la santafesina Ada Brener, cuarta, y Marta Buongiorno, quinta- quienes, según las crónicas periodísticas de aquel momento, estuvieron sobre los 12 segundos. “Ritchie es una dotada, crack desde aquella misma tarde del 62 en la que debutó en las pistas”, la definió El Gráfico.

            Dos semanas después, en el mismo escenario pero con viento a favor de 2,3 m. por segundo, Ritchie volvió a mostrarse en óptima forma al marcar 11s9, en tanto Formeiro señalaba una décima más. Y el siguiente encuentro fue el torneo internacional Pierre de Coubertin, el 12 y 13 de septiembre. En la jornada del sábado, Formeiro se adueñó de la carrera con 12s2, Ritchie (tras marcar 11s9 en la serie) quedó ahora con 12s3, igual que Kaufmanas. Pero en la jornada del domingo, la atleta del Club Argentino volvió a brillar: con 24s.8 en la serie de los 200 metros, igualaba el tope nacional que había fijado la santafesina Ada Brener poco antes (20 de junio en Rosario).

            La posta para Tokio se armaba con Ritchie, Kaufmanas y las dos velocistas de Gimnasia y Esgrima La Plata: Formeiro y Mabel Farina (esta, flamante recordwoman del salto en largo con 6.17 m). En uno de sus primeros ensayos, durante aquel torneo Coubertin, marcaron 47s1, y dos semanas más tarde, una décima más en el torneo Primavera.

            Ya en los Juegos, las eliminatorias individuales resultaban inaccesibles para las nuestras. Ritchie marcó 24s.79 para su quinto puesto en la serie de 200, corrida con viento a favor de 3,5 ms. “Lo que me acuerdo de ese día es que corrimos bajo  un diluvio”, cuenta ahora. Ella hubiera preferido participar en los 100 llanos…

            La posta, finalmente, tuvo su oportunidad y también ocupó el quinto lugar en su serie con 46s.76, fijando el récord sudamericano.

            Susana Ritchie, quien aún no había cumplido veinte años (nació el 1-12-44), ya no volvería a las competencias atléticas. Llevaba menos de dos temporadas y tras su fulminante paso, decidió su retiro. “Lo que pasó es que yo también practicaba hóckey en Lomas y se me hacía cada vez más difícil combinar ambos deportes. Mi novio en aquel momento –después mi esposo- me dijo que optara por uno de los dos. Y con las chicas de Lomas nos habíamos propuesto conseguir el ascenso a Primera, lo conseguimos. En cambio, en el atletismo tenía que pensar en los Juegos siguientes… era todo muy lejano. Pero nunca dejé mi amor por el atletismo” cuenta ahora desde Miramar, donde se ha radicado, ya retirada de sus labores docentes.

            Ritchie había sorprendido desde sus comienzos, a fines de 1962 en uno de aquellos torneos para libres que organizaba Fecsyda. “Yo vivía en Temperley, iba al colegio Baker y allí practicaba todos los deportes posibles. Desde allí llegué al atletismo. Cuando me federaron por el Club Argentino y empecé a entrenar con Enrique Eleussipi viajaba dos o tres veces por semana al Cef 1, lo que ahora es el Cenard, donde teníamos la pista de carbonilla”, recuerda. No sabe porqué alguien en el ambiente atlético la llamó “la Inglesita”, tal vez por su apellido, pero lo cierto es que su abuelo –por la vía materna- sí había llegado de Inglaterra, en aquella inmigración de principios de siglo para los trabajos en el ferrocarril.

            De aquel debut en libres, Ritchie se convirtió enseguida en una de las más destacadas sprinters del país y fue convocada para el Campeonato Sudamericano de 1963, en Cali, donde cosechó tres medallas. Las pruebas de velocidad fueron dominadas por la brasileña Erica Lopes da Silva (12s0 en 100, 24s3 en 200), mientras que Ritchie fue subcampeona en 200 con 25s2 y tercera en 100 con 12s3, en tanto Margarita Formeiro lograba la medalla de plata con 12s1. Ambas integraron el relevo subcampeón con Emilia Dyrzka y Marta Buongiorno, marcando 47s8, a dos décimas de Brasil.

            En septiembre del mismo año, una de las primeras ediciones del torneo Pierre de Coubertin la tuvo  a Ritchie como protagonista al ganar ambas pruebas: 12s2 en 100, 25s5 en 200. Aquel torneo fue inaugurado por nuestras glorias olímpicas: Juan Carlos Zabala y Delfo Cabrera. Y entraron en acción los grandes valores de la época –Juan Dyrzka y Osvaldo Suárez, ambos campeones panamericanos- mientras Domingo Amaison batía el récord sudamericano de los 3.000 con obstáculos, en 8m55s2…

            “Yo disfruté mucho esa época y la experiencia olímpica, aunque era muy joven. Me acuerdo que Eleussipi me había dado una carta con todas las instrucciones, lo hacía con todos sus atletas que iban de viaje”, cuenta Ritchie.

            Pero fue su despedida. Se casó con un técnico electrónico y a principios de los 70 decidieron radicarse en Bariloche: él instaló un negocio y Susana, trabajó en la docencia. Con los inviernos nevados y helados, la práctica del atletismo se complica en Bariloche, pero allí el trabajo del profesor Nicolás Aguirre fue incesante por nuestro deporte. Y una de las chicas que llegaba con sus compañeras de colegio para practicar en la pista, le llamó la atención: se llamaba Denise Sharpe.

            En poco tiempo, Denise se reveló como la más promisoria velocista del país a fines de los 80. Es la hija de Susana Ritchie. “Al igual que mi mamá, yo también practicaba todos los deportes. Pero no tuve ninguna presión para hacer atletismo, llegué naturalmente”, cuenta. Se apoderó de todas las marcas nacionales de la categoría junior: 11s.99 electrónicos y 11s.7 manuales en los 100 metros, 24s18 electrónicos y 24s0 manuales en los 200. Fue campeona nacional de esa categoría, tanto en 1989 como en 1990, y en el Sudamericano u20 de Montevideo (1989) logró la medalla de plata de los 100 metros. Al año siguiente, fue subcampeona de los 200 en el mismo evento, en Bogotá, y asistió al Campeonato Mundial de Plovdiv, alcanzando la semifinal de esa distancia. Ya en mayores, logró dos títulos nacionales (100 metros en 1990, 200 metros en 1991). Radicada por algún tiempo en Buenos Aires y entrenando con el profesor Raúl Zabala, hizo alguna incursión en los 400 metros (tercera en los Nacionales del 94 con 56s57), pero su ilusión de participar en los Panamericanos del 95, en Mar del Plata, no se concretó. El atletismo concluyó para ella. No así Mar del Plata, donde ahora vive y ejerce como docente en educación física. Siguiendo los pasos de su mamá.