Con vistas a los Juegos de Tokio, Suárez buscaba una nueva oportunidad a sus 29 años y había surgido otro gran atleta: Juan Carlos Dyrzka.
Meses antes de los Juegos, Suárez participó por segunda vez en el maratón de Boston, ocupando el 8° lugar con 2h27m51s. Uno de sus últimos tests antes del viaje a Tokio fue un medio maratón en Santiago de Chile, que ganó en 1h09m15s. Sin embargo, no llegó en las mejores condiciones físicas a los Juegos y tuvo que abandonar en los Juegos por dolores abdominales a la altura del kilómetro 30.
Ese maratón olímpico marcó la definitiva consagración del etíope Abebe Bikila quien, tras su victoria en Roma cuando aún corría descalzo, se convirtió en el primero del historial (luego lo emularía el alemán oriental Waldemar Cierpinski en 1976-1980) en mantener el oro en esa distancia. Y con sabor a verdadera hazaña, ya que lo habían operado de apendicitis apenas seis semanas antes. Bikila, de paso, pulverizó el récord mundial –por entonces se denominaba “mejor marca” con 2h12m12s, aventajando por más de cuatro minutos al británico Hatley (2h16m20s), quedando el bronce para el local Tsuburaya.
Dyrzka concentraba importantes esperanzas en esos Juegos. Había sido el gran deportista argentino del 63 cuando conquistó el oro panamericano en Sao Paulo, mejorando su plusmarca sudamericana con 50.32, y, en su primera incursión a Tokio, logró la competencia Preolímpica. También ya había dominado las dos ediciones inaugurales de los Iberoamericanos y en sus primeras participaciones en los Sudamericanos (1961 y 1963). Sin embargo, en los Juegos –según contaría mucho después- pagó un precio duro: el de su falta de fogueo internacional (“llegué sin competencias, en esa época no teníamos la oportunidad de hacerlas”). Tras una auspiciosa serie en la que marcó 51s1, se quedó en los tacos de salida de su semifinal y, una vez que pudo arrancar, no encontró nunca el ritmo. Fue octavo con 53s1 manual, sin posibilidad de acceder a la prueba decisiva, en la que el estadounidense Rex Cawley, con 49s6, se llevó la medalla de oro, delante del británico John Cooper y del italiano Salvatore Morale, uno de los clásicos rivales de «Juansón» a lo largo de su trayectoria.
Le contó a El Gráfico en aquel momento: «Todavía no me puedo resignar a esta desgracia. Tenía la sensación de que no iba a andar bien antes de ubicarme en los tacos, sentí una angustia que nunca había sentido, como si las 70 mil personas del estadio me molestaran con sus miradas. Apenas oí el disparo, ya creí que todo estaba perdido, sólo corrí por instinto. La verdad es que todavía no me puedo convencer de que esa marca sea mía…». Muchas décadas después, a sus 70 años y poco antes de su fallecimiento por un infarto, Dyrzka contó sus sensaciones sobre aquella amargura olímpica: «Pagué el precio de la falta de roce internacional, de la inexperiencia, de la falta de torneos».
Dyrzka, pese a esa decepción, también decidió participar en Tokio en otras de sus pruebas habituales: los 400 llanos (6° en su serie con 48s3) y en los 110 metros vallas (7° en la serie con 15s2).
Cuatro años después, en México, tuvo un desquite, aunque parcial. Llegó hasta semifinales y se convirtió en el primer atleta sudamericano en correr los 400 vallas por debajo de 50 segundos. Su récord nacional de 49s.82 estuvo vigente por casi medio siglo (lo batió el mendocino Guillermo Ruggeri en 2017).
Tal vez, el desempeño más lucido de ese equipo argentino le correspondió a la posta femenina 4×100. Si bien no accedió a la final (quedó quinta en su serie con 46s.76), el equipo integrado por Margarita Formeiro, Susana Ritchie, Mabel Farina y Alicia Kaufmanas estableció el récord sudamericano, que recién pudo ser mejorado por otro equipo argentino con 44s90, once años después en los Panamericanos de México (y que todavía hoy, a 45 años, se mantiene como tope nacional).
Ese relevo se había formado a lo largo de la temporada, precedido por los 46s9 manuales que Formeiro, Farina y Kaufmanas –junto a “Mili” Dyrzka”- habían logrado el 3 de mayo en Santiago de Chile.
La incorporación de Ritchie, una atleta de 19 años que representaba al Club Argentino de Atletismo, fortaleció el relevo. Ya se había destacado en el Sudamericano del 63, en Cali, donde fue bronce en 100 y subcampeona en 200, sumando otra medalla con los relevos.
El 16 de agosto en la pista de GEBA, durante uno de los últimos tests preolímpicos, Ritchie marcó 12s0 en la primera serie de los 100 llanos, igualando el tope nacional que Leonor Celi había fijado en 1939 y que Alicia Kaufmanas recién había igualado en Santa Fe, su ciudad, a principios de la temporada de 1964. Kaufmanas, a su vez, ganó la segunda serie de ese Preolímpico con 12s1, aventajando por una centésima a Formeiro. La final fue una de las grandes carreras de todos los tiempos: Ritchie batió el récord argentino con 11s8 y Kaufmanas y Formeiro, ambas con 11s9, también estuvieron debajo del tope. No hubo cronometraje para la cuarta y quinta -Ada Brener y Martha Buongiorno (campeona sudamericano al año siguiente)- pero los memoriosos indican que también debían estar sobre los 12 segundos. Otro de los nombres destacados del momento, pero que no pudo alcanzar la nominación olímpica y después se alejó de la actividad, era Juan Stocker, cuyos 21s1 en 200 llanos lo dejaron muy cerca del entonces tope nacional. Aventajó por 4/10 al todavía «junior» y luego leyenda de nuestro sprint, Andrés «Pelusa» Calonje.
Ritchie, además, exhibió su poderío sobre 200 llanos a las pocas semanas (13 de septiembre) igualando el récord argentino con 24s8.
Formeiro procedía de La Plata, al igual de Mabel Farina, cuya especialidad era el salto en largo. Y había tenido su día de esplendor (su pasaporte a Tokio) el 12 de abril en Buenos Aires al convertirse en la primera saltarina sudamericana en pasar los 6 metros en largo: con 6.17 mejoró el récord de 5.97, en poder de Kaufmanas desde el 4 de abril. El récord nacional de Farina recién pudo ser mejorado por otra platense, Araceli Bruschini, en 1981 (mientras que Kaufmanas se había aproximado con sus 6.15, también en Santa Fe).
En los Juegos de Tokio, además de esa labor en los relevos, las chicas también tuvieron su oportunidad individual: Formeiro quedó 7ª. en su serie de 100 metros con 12s20 y Ritchie, quinta en la suya de 200 con 24s79 (viento a favor de 3.5ms). También hubo viento a favor en la clasificación del salto en largo, donde Farina ocupó el 26° lugar con 5.57 y Kaufmanas, el 30° con 5.29.
Casi todas se retiraron muy jóvenes y solo Kaufmanas, santafesina, continuó en actividad, alcanzando una nueva nominación olímpica en México 68, donde volvió a mejorar sus marcas en los 100 y 200 metros.
Aquellos Juegos del 64 guardan pocos recuerdos de alto nivel para el deporte argentino, cuya única medalla fue obtenida por el jinete Carlos Moratorio en equitación con «Chalan» al obtener el segundo puesto en la prueba completa, dos años antes de conquistar el título mundial. También se destacó el remero Alberto Demiddi con su cuarto puesto en el single scull -precediendo sus medallas olímpicas del 68 (bronce) y del 72 (plata)- además del equipo de ciclismo en ruta, que logró el cuarto puesto.
FOTO: El Gráfico presenta al relevo femenino 4×100 de la Argentina (Formeiro-Farina-Ritchie-Kaufmanas) que estableció una plusmarca sudamericana en Tokio.