(Nota de Pablo Ramón Ochoa , agencia EFE). A María Vicente no le gustaba el atletismo, se rebelaba cuando su madre la quería apuntar. Un día la engañaron: le dijeron que iba al cine, la llevaron a una pista y el resto es una historia de película. En Buenos Aires 2018 es la gran esperanza de España y espera darle el «gusto a todo el mundo».
Eso sí, la atleta catalana de 17 años, que en estos Juegos Olímpicos de la Juventud participará en triple salto al no existir su especialidad, el heptatlón, lo tiene claro en una entrevista con Efe este viernes: «yo lo quiero hacer súper bien y espero darle este gusto a todo el mundo, pero si no sale, bueno, habrá más campeonatos y más oportunidades».
Vicente, natural de L’Hospitalet, ciudad del área metropolitana de Barcelona, cuenta su último año por éxitos en un despegue internacional después de colgarse el oro en heptatlón en el Mundial sub’18 de Nairobi en 2017 -«no me lo esperaba para nada», confiesa- y otro doble oro en la misma especialidad y en triple salto en el Europeo sub’18 en Györ (Hungría) el pasado julio.
A Buenos Aires 2018 llega con ese cartel y comienza a competir este sábado en la modalidad de triple salto, con menos entrenamiento que otras rivales al haber acabado tarde la temporada pasada y llevar solo un mes de entrenamientos.
Sin embargo, es consciente de que hay «presión» y recalca que «todo lo que signifique conseguir una medalla» está bien para ella, sea en la competición que sea.
«Las medallas también son un poco… ¿Cómo explicarlo? Te transmiten todo el esfuerzo por lo que has estado entrenando y es una recompensa a parte de los momentos vividos y la experiencia», subraya una atleta cuyos referentes en España son la ex saltadora de altura Ruth Beitia y el decatleta Jorge Ureña.
Su entrenador, Fernando Martínez, es uno de los tres técnicos personales españoles que acude a la cita olímpica juvenil de Argentina, y con él trabajó el triple salto las últimas semanas con una preparación similar a la de Györ.
«En el Europeo también hice triple salto tampoco lo entrenamos mucho, así que creo que eso me va a ir bien», comenta Vicente, que de esa manera fue campeona.
La plusmarquista mundial sub’18 de heptatlón reconoce que es «muy competitiva» y que ganar en Nairobi fue un punto de inflexión para su incipiente carrera.
«Fue como un punto de decir ‘a partir de aquí empieza otra María Vicente’, porque en ese momento yo me di cuenta de que podía llegar a estos campeonatos, de que no me tenía que conformar solo con quedar campeona de España sino que tenía que aspirar a algo más», sostiene la atleta del club ISS L’Hospitalet.
Mientras dice eso, María mira la Villa Olímpica de la Juventud de Buenos Aires 2018, un evento que acoge a cerca de 4.012 deportistas de 206 países y que se disputa hasta el 18 de octubre, con ella en competición los días 13 y 16.
Es la primera experiencia olímpica de una joven promesa que sueña con Tokio 2020 pero que señala varias veces que lo importante es «disfrutar», que en el pasado ya estuvo pendiente del «qué dirán» y que así, incluso si gana, «no es lo mismo».
En la Villa se lo pasa bien, comparte habitación con tres de sus mejores amigas -«nos pusimos muy contentas cuando nos dijeron que podíamos estar juntas»- y conoce a «gente de todos los países».
«Esta experiencia no me la va a quitar nadie», afirma con una sonrisa.
Y todo eso sin querer, porque Vicente, de madre española y padre cubano, se negaba a correr en un club aunque ganase todas las carreras populares en la escuela.
Su familia no tuvo más remedio que tenderle una trampa: «me dijeron que me iba al cine y me llevaron a la pista y, bueno, una vez allí como vi a la gente que se lo pasaba bien, no me iba a quedar enfadada en el banco. Me puse a probar y me encantó». Entre ese momento y Buenos Aires 2018 han pasado seis años y una carrera deportiva meteórica a la que aspira a sumar una corona de laurel.
Menos mal que la engañaron.
Eso sí, la atleta catalana de 17 años, que en estos Juegos Olímpicos de la Juventud participará en triple salto al no existir su especialidad, el heptatlón, lo tiene claro en una entrevista con Efe este viernes: «yo lo quiero hacer súper bien y espero darle este gusto a todo el mundo, pero si no sale, bueno, habrá más campeonatos y más oportunidades».
Vicente, natural de L’Hospitalet, ciudad del área metropolitana de Barcelona, cuenta su último año por éxitos en un despegue internacional después de colgarse el oro en heptatlón en el Mundial sub’18 de Nairobi en 2017 -«no me lo esperaba para nada», confiesa- y otro doble oro en la misma especialidad y en triple salto en el Europeo sub’18 en Györ (Hungría) el pasado julio.
A Buenos Aires 2018 llega con ese cartel y comienza a competir este sábado en la modalidad de triple salto, con menos entrenamiento que otras rivales al haber acabado tarde la temporada pasada y llevar solo un mes de entrenamientos.
Sin embargo, es consciente de que hay «presión» y recalca que «todo lo que signifique conseguir una medalla» está bien para ella, sea en la competición que sea.
«Las medallas también son un poco… ¿Cómo explicarlo? Te transmiten todo el esfuerzo por lo que has estado entrenando y es una recompensa a parte de los momentos vividos y la experiencia», subraya una atleta cuyos referentes en España son la ex saltadora de altura Ruth Beitia y el decatleta Jorge Ureña.
Su entrenador, Fernando Martínez, es uno de los tres técnicos personales españoles que acude a la cita olímpica juvenil de Argentina, y con él trabajó el triple salto las últimas semanas con una preparación similar a la de Györ.
«En el Europeo también hice triple salto tampoco lo entrenamos mucho, así que creo que eso me va a ir bien», comenta Vicente, que de esa manera fue campeona.
La plusmarquista mundial sub’18 de heptatlón reconoce que es «muy competitiva» y que ganar en Nairobi fue un punto de inflexión para su incipiente carrera.
«Fue como un punto de decir ‘a partir de aquí empieza otra María Vicente’, porque en ese momento yo me di cuenta de que podía llegar a estos campeonatos, de que no me tenía que conformar solo con quedar campeona de España sino que tenía que aspirar a algo más», sostiene la atleta del club ISS L’Hospitalet.
Mientras dice eso, María mira la Villa Olímpica de la Juventud de Buenos Aires 2018, un evento que acoge a cerca de 4.012 deportistas de 206 países y que se disputa hasta el 18 de octubre, con ella en competición los días 13 y 16.
Es la primera experiencia olímpica de una joven promesa que sueña con Tokio 2020 pero que señala varias veces que lo importante es «disfrutar», que en el pasado ya estuvo pendiente del «qué dirán» y que así, incluso si gana, «no es lo mismo».
En la Villa se lo pasa bien, comparte habitación con tres de sus mejores amigas -«nos pusimos muy contentas cuando nos dijeron que podíamos estar juntas»- y conoce a «gente de todos los países».
«Esta experiencia no me la va a quitar nadie», afirma con una sonrisa.
Y todo eso sin querer, porque Vicente, de madre española y padre cubano, se negaba a correr en un club aunque ganase todas las carreras populares en la escuela.
Su familia no tuvo más remedio que tenderle una trampa: «me dijeron que me iba al cine y me llevaron a la pista y, bueno, una vez allí como vi a la gente que se lo pasaba bien, no me iba a quedar enfadada en el banco. Me puse a probar y me encantó». Entre ese momento y Buenos Aires 2018 han pasado seis años y una carrera deportiva meteórica a la que aspira a sumar una corona de laurel.
Menos mal que la engañaron.