CADA/Figuras en el recuerdo
(Por Luis Vinker)
Cuando nuestro atletismo femenino ingresó a las competiciones olímpicas, a fines de los años 40 y principios de los 50, la medalla de plata de Noemí Simonetto fue la máxima actuación. Pero dos lanzadoras, Ingeborg Mello primero e Ingeborg Pfüller poco después, también alcanzaron la condición de finalistas en los Juegos. Mello, una de las grandes damas del atletismo sudamericano, fue octava en disco y novena en bala en 1948, en Londres, y también estuvo en la clasificación de Helsinki cuatro años más tarde. Y aunque su standard de marcas ya no se mantuvo tan alto, permaneció activa y entre las mejores del país hasta más allá de cumplir 50 años. Pfüller, su sucesora, logró el séptimo puesto del disco en los Juegos de Helsinki (1952) y la medalla de oro en los Panamericanos de México (1955). Y aunque se alejó por un tiempo, volvió en todo su esplendor a principios de los 60, recuperando el trono sudamericano y logrando la medalla de plata en los Panamericanos de Sao Paulo (1963).
El gran nivel de nuestras lanzadoras de esa época se completó (y aún aumentó) con otro nombre, con un ciclo más breve en el atletismo pero igualmente destacado: Isabel Avellán.
Atleta de Independiente, donde la conducía técnicamenteel recordado Dositeo González, Avellán llegó a la final de lanzamiento del disco en los Juegos de Melbourne, en 1956, y allí ocupó el sexto puesto. Pasaría más de medio siglo, hasta que un atleta argentino igualara una actuación de tanto nivel en los Juegos Olímpicos: fue Germán Lauro en Londres (2012), también sexto pero en su especialidad de lanzamiento de bala.
Avellán nació el 20 de agosto de 1933. Con 19 años se proclamó campeona nacional de bala (11.22) y disco (38.39) en los campeonatos realizados por primera vez en Santa Fe. Y meses más tarde, en abril de 1953, tuvo su estreno internacional con el Sudamericano Extra de Santiago de Chile, donde obtuvo el lanzamiento de disco con 41,17 –allí Pfüller la escoltó con 39.09- y fue segunda en bala, detrás de la brasileña Vera Trezoitko. Los Nacionales de ese mismo año, en Rosario, recibieron al trío histórico y Pfüller fue la vencedora en bala (11.97), aventajando por ocho centímetros a Avellán quien, a su vez, venció en disco con 40,46 m, delante de Mello (39.22). Algunas semanas antes, durante el torneo Primavera en Gimnasia y Esgrima, Avellán había batido el récord sudamericano con 43.86, mejorando los 42.10 de Mello en el mismo escenario (1949).
Después fue el turno de Pfüller, quien elevó la marca a 44.69 metros, el 19 de septiembre de 1954, año en el que Avellán obtuvo el título nacional de disco por tercera vez consecutiva. Y en el selectivo para los Panamericanos, el 12 de febrero de 1955, Avellán recuperó la plusmarca sudamericana con 46,05 m., en otra competencia con Pfüller (42.34). El gran duelo se dio justamente en esos Juegos, disputados en México, donde Pfüller se llevó la medalla de oro –el principal halago de su campaña- con 43,19 m. y Avellán fue medalla de plata con 40.06 m. El 13 de noviembre del mismo año y ya con el objetivo en la clasificación olímpica, Avellán llevó el récord a 46,99 metros.
En abril de 1956, Avellán conquistó el título sudamericano en Santiago de Chile con 44,08 m, delante de la lanzadora local Rosa Riveros (38.22) y de Mello (38.08). Además, logró el cuarto puesto en bala con 11,20 m. Con el sueño olímpico en el horizonte volvió a superar el récord al lograr 47,22 metros el 9 de septiembre en el campo de Universitario de La Plata, la mejor marca de su campaña argentina.
Después de la caída de Perón por el golpe militar de 1955, las organizaciones deportivas estaban intervenidas. La participación argentina en los Juegos de Melbourne flotó entre las dudas –aunque exponían más razones económicas que deportivas- y finalmente viajó una delegación reducida. La representación atlética quedó con solo dos representantes, ambos para el lanzamiento del disco, y no incluyó a dos notables fondistas de la época –Osvaldo Suárez y Walter Lemos- víctimas de una injusta persecución política.
Tanto Günther Kruse entre los hombres como Avellán en damas justificaron su nominación, alcanzando las finales en Australia. Avellán, además, fue la abanderada de la delegación argentina en esos Juegos.
Las pruebas atléticas se disputaron en el Melbourne Cricket Club y Avellán, con 43.66 metros, quedó novena en la fase clasificatoria, dominada por la checa Olga Fikotová con 50.77 m. Las trece primeras avanzaban a la prueba decisiva.
Allí las favoritas eran las atletas de la Unión Soviética, principalmente Nina Ponomaryeva (ex recordwoman mundial con 53.61 m. en 1952 y campeona olímpica ese mismo año en Helsinki). Pero con una serie en la que tuvo cuatro disparos sobre los 50 metros, Fikotová resultó la estrella del día. Tomó la delantera en la tercera ronda con 52.04 y, en su quinto intento, alcanzó un récord olímpico de 53,69 m., insuperable para sus rivales. Irina Beglakova fue la subcampeona con 52.54 m y Ponomaryeva, esta vez, debió conformarse con la medalla de plata (52.02): cuatro años más tarde, en Roma, iba a recuperar el cetro olímpico.
Avellán, con 46.73 m., escaló hasta el sexto puesto, escoltando también a la estadounidense Earlane Brown (51.35) y a la otra integrante de la armada soviética, Albina Yelkina (48.20). La argentina había logrado esa marca en el primer intento y luego registró 44.84, 42.69, 46.31 y 43.88 para cerrar su participación con 44.35, aventajando a otras dos atletas checas (Jirina Voborilová y Stepanka Mertová). También, entre sus vencidas, se encontraba la rumana Lia Manoliu (novena. con 43.90) quien se iba a convertir en una verdadera leyenda de esta especialidad. Totalizó seis participaciones olímpicas, incluyendo allí su triunfo en México 68 y las medallas de bronce en Roma 60 y Tokio 64. Y fue recordwoman mundial con 62,06 m. en 1972, cuando ya tenía 40 años…
Aquellos Juegos de Melbourne –si se los recuerda especialmentepor el sangriento match de waterpolo entre húngaros y soviéticos- también tuvieron su cuota romántica en el lanzamiento del disco. Fikotová se casó meses más tarde con el campeón del lanzamiento del martillo, el estadounidense Harold Connolly, y se marcharon a vivir en California. Allí, la señora Olga Connolly conquistó cinco veces el campeonato nacional y ya como representante USA participó en otros cuatro Juegos, aunque sin volver al podio. Su mejor marca fue de 57.60 m. en 1972, a los 39 años… Pero también Avellán conoció al que sería su marido, un publicista australiano llamado Frank Xavier De Neefee. “Cuando nos despedimos en Melbourne, y me volví a la Argentina, me pidió casamiento”, contó.
Avellán siguió por un par de temporadas dentro del atletismo nacional, pero ya tenía destino australiano. Logró nuevos títulos nacionales en 1956 (12.36 en bala, 46.84 en disco) y 1957 (43.87 en disco). Y fue una de las figuras argentinas en el Campeonato Sudamericano de Montevideo, en 1958, donde se llevó las dos medallas de oro: 12.69 en bala –el mejor registro de su campaña- y 44.57 en disco, delante de las atletas chilenas Eliana Bahamondes y Pradelia Delgado respectivamente. Sólo tres meses después, el 26 de julio en Gimnasia y Esgrima durante el torneo Alfredo Ríos, Isabel Avellán se despidió definitivamente de nuestro atletismo, quedando segunda en una prueba de bala (11.73), detrás de Mabel Dematei (12.02).
“Si me necesitan, volveré para defender al atletismo argentino”, afirmó ese día. Se marchaba a Australia, por su destino… Visitó la redacción de Clarín junto a su flamante esposo, quien había venido especialmente al país. Allí Isabel contó que “conocí a Xavier en Melbourne el 6 de diciembre de 1956 y ese mismo día, me presentó a sus padres. El 11 ya me volví a Buenos Aires, estábamos comprometidos. Mantuvimos una intensa correspondencia. Y en abril de este año vino a verme, yo estaba en el Campeonato Sudamericano de Montevideo y me esperó en la dársena… Esta es la simple historia”. Avellán manifestó sus deseos de seguir entrenando (“Lo haré con el equipo de South Melbourne, que tiene los mismos colores de Independiente. Mantendré mi preparación, trataré de perfeccionarme”). También concluyó: “En cualquier lugar del mundo, estará bien una mujer enamorada. Y yo lo estoy”.
Aunque se mantuvo activa por algunos años más bajo la conducción técnica de Franz Stampl y en un país de enorme tradición, potencial y estructura atlética, la lejanía, las lentas comunicaciones de aquella época y algunos reglamentos, impidieron que volviera a representar a nuestro país. Se sabe que gestionó participar en los Juegos Panamericanos de Chicago y en los Juegos Olímpicos de Roma, pero no la enviaron. Había informado de un nuevo récord de 47.90 metros, logrado el 11 de julio de 1959 en Melbourne, que no se homologó entre nosotros. Y también fue campeona de Australia en 1960.
Por aquí Pfüller pudo recuperar el récord sudamericano (48.20 metros en 1962) y mucho después, otras dos atletas también alcanzarían la nominación olímpica: Liliana Martinelli en 1996, Rocío Comba en 2012 y 2016.
José Guillermo, uno de sus sobrinos en la Argentina, nos cuenta que en su nuevo destino “Isabel pudo seguir entrenando y también fue ama de casa, su esposo tenía una empresa de carteles de señalización vial, adhesivos, calcomanías. Ella siempre mantuvo contacto con sus hermanos de la Argentina y vino a visitarnos varias veces”. Avellán nunca perdió su pasión atlética, aún en las edades de “masters” donde figuró entre las mejores del mundo (40.04 metros en 1981 en la categoría 45 y 34.82 metros en 1985, ya en la categoría 50). También obtuvo numerosos títulos australianos y participó en los Mundiales de los veteranos. Falleció el 20 de septiembre de 2010.
Janet de Neefe, su sobrina y hoy residente en Bali, nos cuenta: “Isabel fue la más hermosa, exótica y adorable tía. Era una Sofía Loren del atletismo y su casamiento fue como un cuento de hadas”. Brigid de Neefe, la hija de Isabel, es cantante.