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Ingeborg Pfüller, una notable discóbola

25/02/2021

CADA / Figuras en el recuerdo

Ingeborg Mello, luego señora de Preiss, fue una de las grandes figuras del atletismo argentino en la década del 40. Llegada muy joven de Alemania, tras huir de la barbarie nazi, Ingeborg marcó época en los lanzamientos –estuvo en el top ten olímpico de Londres 1948 tanto en bala como disco- y siguió activa hasta fines de los años 60, cuando ya había cumplido 50 de edad. Ingeborg tuvo dos notables sucesoras en la prueba del disco: otra Ingeborg (Pfüller) e Isabel Avellán, quien logró el 6° puesto en los Juegos de Melbourne y posteriormente se casó y se radicó en Australia.

            Nacida el primer día de 1932, según figura en su ficha, con familia de ascendencia alemana, con infancia en Flores y luego en Banfield –su zona de siempre- Ingeborg Ella Pfüller también marcó época y fue solamente una falta de continuidad, por distintos contratiempos, lo que impidió que alcanzara el primer nivel internacional. Aún así se instaló en la final olímpica de Helsinki en 1952, donde logró el 7° puesto con 41,73 metros, acompañada por Mello en el 12° lugar. También hizo doblete (bala/disco) en dos Campeonatos Sudamericanos, logró la medalla dorada del disco en los Juegos Panamericanos de México 1955 y, ocho años más tarde, alcanzó la medalla de plata, sumadas a otras conseguidas en la edición inaugural de Buenos Aires 1951, cuando tenía apenas 19 años. Pfüller también se turnó con Mello y Avellán para ir elevando el tope nacional y sudamericano, hasta conseguir una mejor mara de 49.89 metros en 1963, que tuvo una larga vigencia: recién en los últimos tiempos la prueba de disco para damas alcanzó otra dimensión en nuestro país y en toda la región.

            Acerca de sus comienzos, Pfüller contó en una entrevista con el diario Crónica hace algún tiempo: “Mi padre, Federico Pfüller, fue un apasionado por el deporte. Siempre me mostraba fotos y me contaba anécdotas sobre la incidencia que daban al deporte en la educación en Alemania. Cada colegio tenía su gimnasio y la educación física era materia obligatoria. Con ese espíritu me mandó a aprender natación en el club Gascón, en Banfield, cuando y tenía cinco años. Al año siguiente ingresé en una escuela alemana y continué ligada al deporte, ya con el atletismo. Más tarde practiqué en la Sociedad Alemana de Gimnasia y, desde los 14 años, en Independiente”.

            Tanto en 1946 como en 1947, Pfüller obtuvo las competencias de bala (y luego disco) en las pruebas de la llamada “categoría menores” de ese momento, en el marco de los Campeonatos Nacionales. Y su debut con las mayores se concretó en 1949, escoltando a la “Gran Dama”, Mello, en ambas especialidades. En esa misma temporada, Pfüller hizo su debut en los Sudamericanos con tercer puesto en disco, en Lima. La situación se invirtió en los Nacionales un año después, cuando Pfüller obtuvo bala con 12,05 y disco con 38,54 m. seguida por Mello, quien ostentaba los récords y títulos sudamericanos. Ambas lanzadoras fueron puntales de la Selección Argentina en los primeros Juegos Panamericanos, disputados a comienzos del 51 en el estadio de River Plate: allí Mello se proclamó campeona con récord sudamericano de 12,45 m. en bala y 38,55 m. en disco, quedando Pfüller con la medalla de bronce en bala (11.58, a un centímetro de la brasileña Vera Trezoitko) y plata en disco (36,88).

            El mismo estadio fue el escenario del Campeonato Sudamericano de 1952, donde volvió a dominar Mello (11.48 en bala, 40.14), seguida en ambos casos por Pfüller (11.35, 40.07). Era el gran duelo que se iba convirtiendo en clásico del atletismo nacional, y que pronto tendría una nueva protagonista con Isabel Avellán –también de Independiente- quien en 1953 llevó el tope sudamericano a 43,86 m.

            “Cuatro meses antes del Sudamericano empecé mi preparación específica, que consistió en un cambio total de estilo y sistema de entrenamiento. Me preparó mi compañero de club, Reidar Soerlie, quien con mucha paciencia y perseverancia me hizo ver mis errores, y me inculcó su técnica. Una de sus características era la confianza en uno mismo”, escribió Pfüller en las memorias de aquel campeonato.

            Por aquellos tiempos, y ya como docente en educación física –la profesión que abrazó por toda su vida- Pfüller entrenaba, competía y trabajaba, aunque su paso por la UES durante el período peronista le costaría caro, en una década de tantos vaivenes políticos.

            Durante 1953, Pfüller batió dos veces la plusmarca sudamericana de bala (12.47 el 19 de julio, 12.83 el 1 de octubre), algo que recién podría superar en 1961 una de sus habituales adversarias, la brasileña Trezoitko, la primera en la región en atravesar los 13 metros (13.12). Y al año siguiente, Pfüller también se apoderó de la marca de disco con 44.69, conseguidos el 19 de septiembre.

            Su máxima conquista fue el ya citado oro panamericano en México con 43,19 m., fijando el 1-2 para Argentina con la medalla de plata para Avellán. Esta fue la protagonista de las temporadas siguientes, mejorando en tres oportunidades el récord sudamericano (46.05, 46.99, 47.22) y obteniendo la nominación olímpica.

            Pero con la caída del peronismo, llegó un tiempo de persecución, que lo sufrieron particularmente destacados atletas como los fondistas Osvaldo Suárez y Walter Lemos (se les privó de su participación olímpica en Melbourne), también el campeón olímpico de maratón Delfo Cabrera (despedido de su trabajo) y el subcampeón olímpico Reinaldo Gorno. A Ingeborg Pfüller la obligaron a prestar declaración ante la Comisión Interventora en el Comité Olímpico-Confederación Argentina de Deportes.

            En la ya citada entrevista con Crónica, Pfüller recordó aquel momento tan penoso: “Fue algo humillante. Yo era profesora de natación y deportes en la Unión de Estudiantes Secundarios y durante el interrogatorio me preguntaron: ‘¿Por qué se tira a la pileta desnuda?’. Eso, aparte de ser una canallada, porque no era real, revela el tipo de mentes que nos estaban juzgando. Fue muy momento muy enfermo de la sociedad, se manejaba un revanchismo realmente irracional”. Pfüller recordó que “nos imputaron haberle dedicado el triunfo a Perón. ¿Y cómo no iba a hacerlo? El fue quien más se interesó por nuestra actuación. Por su gestión estuvimos en México un mes antes de la competencia para adaptarnos a la altura, fuimos los primeros en ocupar la Villa Olímpica. Lo mismo había sucedido en los Juegos de Helsinki. Siempre recuerdo el telegrama que le envió a la delegación: ‘No se preocupen tanto por el triunfo sino por hacer amigos”.

            El coronel Bustillo, interventor en el COA-CAD, envió una nota al titular de la Federación Atlética Argentina, Guillermo Caamaño, detallando el “expediente Pfüller”.

            Allí indicaba:

            “La nombrada prestó declaración en dos oportunidades ante la Comisión Investigadora el 18.11.55 y 23.11.55 habiendo reconocido: a) Que actuó como profesora de de educación física en la UESA (rama femenina) desde el 30.11.53 enseñando a alumnos de establecimientos educacionales, pero no preparando a los atletas que representaban a la UES, tarea esa que estaba a cargo del sr Jorge Kistenmacher; b) Que está fichada en la FAA desde mediados de 1955 como representante de la UES: c) que al regresar de los Juegos Panamericanos de México el ex mandatario le obsequió una motoneta marca Vespa (…) que la Srta. Pfüller prestó declaración el 9.9.56 ante la Comisión Investigadora N° 49 de la Comisión Nacional de Investigaciones de la vicepresidencia de la Nación reconociendo que al regreso de los Juegos Panamericanos en México fue favorecida con una orden oficial por un coche Fiat 1100 que enajenó y de cuyo producido se benefició en $ 24 mil (…) Que las circunstancias expuestas, y en especial el beneficio económico obtenido como consecuencia de la orden-obsequio recibida del ex mandatario, están en abierta pugna con el concepto rector y calidades que debe revestir un atleta amateur. Por esta razón el Interventor en la CAD resuelve declarar atleta no amateur a la señorita Ingeborg Pfüller”.

            La atleta alcanzó su rehabilitación más de tres años después y recordó que “el que más se preocupó e intercedió por esto fue el doctor Oscar Garzón Funes”, vicepresidente de la CAD.

            Nuevamente en competencia, recuperó los títulos nacionales en 1959 (11.22 en bala, 38.37 en disco) y en la temporada siguiente concurrió a la edición inaugural de los Iberoamericanos, en Santiago de Chile. Allí Mello aún lucía en primera línea, ganando el disco con 39.34, con medalla de plata para la local Pardelia Delgado (39.15) y bronce para Pfüller (38.61). Delgado, a su vez, fue la vencedora en bala (12.17) y Pfüller la escoltó con 11.52. Llegarían, después, otras temporadas muy positivas: Pfüller se proclamó campeona sudamericana en Lima (1961) con 12.41 en bala y 41.92 en disco. En 1962 y en vísperas del viaje a España recuperó el récord sudamericano de disco con 48.20 metros, el 29 de septiembre. Y dos semas más tarde brilló en el Iberoamericano, en el Estadio Vallehermoso de Madrid, al ganar el disco con 44.69, en intensa puja con la cubana Caridad Agüero (44.27).

            En 1963 volvió a lucirse en los Juegos Panamericanos de Sao Paulo al llevarse la medalla de plata en disco con 47.83 m, escoltando a la canadiense Nancy McCredie (50.08m). Además, quedó 5ª. en bala con 12,26 m. Aquella medalla de plata fue la última obtenida por una mujer de nuestro atletismo en los Panamericanos hasta que Andrea Avila consiguió llegar al podio de largo y triple en Mar del Plata, más de tres décadas después.

            En el selectivo para el Sudamericano, el 2 de junio en Buenos Aires, volvió a batir la plusmarca sudamericana de disco con 49.02 y finalmente con 49.89, que fue el mejor registro de su vida. Una plusmarca que permaneció una década –la chilena Miriam Yutronic fue la primera en superar los 50 metros- mientras que a nivel nacional recién pudo mejorarla Liliana Martinelli en 1990 con 50,38m.

            Con aquel antecedentes y plena de confianza, Pfüller llegó al Sudamericano de Cali, donde retuvo sus coronas, marcando 12.82 en bala y 46,36 en disco (prueba en la que también Mello subió al podio con 39.05 para la medalla de bronce, detrás de la local Isolina Vergara).

            El sueño de Pfüller era la participación olímpica en Tokio y estuvo muy cerca de concretarla: la exigían 50 metros y, en uno de los selectivos, marcó 49.03 m. “Después fijaron otra fecha en la cual, por razones particulares, yo no podía estar. Y me quitaron esa posibilidad”, lamentó.

            Pfüller se retiró de las competencias y se casó con Sergio Obregón, un periodista cordobés que trabajaba en la agencia AFP y a quien había conocido durante los Panamericanos. A comienzos de 1968, Ingeborg concretó un breve regreso a los escenarios atléticos. Representando al Club Atlético Lomas de Zamora, apareció en un match con Luz y Fuerza y marcó 39.54 metros. Poco después, también en la pista municipal de Lomas, llegó a 40.86 m. Pero no hubo más en cuánto a competencias federadas. Mucho después, manteniendo vivo su fuego interior por nuestro deporte, estuvo en las pruebas de veteranos, llegó a establecer marcas con 9.13 en bala y 28.88 en disco con más de 70 años de edad y hasta obtuvo títulos mundiales “Masters” en Lahti, Finlandia. Su obra, ya lejana, estaba asegurada, fue una de las mejores lanzadoras del historial atlético argentino.