Por LUIS VINKER
Hace pocas semanas, durante el Campeonato Iberoamericano de Atletismo en La Nucía (Alicante, España), los atletas argentinos cumplieron una destacada performance. Dichas competencias -así como las distintas que se realizan en el nivel Sudamericano- suelen ser la medida del nivel atlético de nuestro país que, por múltiples causas, rara vez tiene la oportunidad de insertarse en el primer plano mundial de este deporte. Lo sucedido en el Ibero marcó una alentadora recuperación, que abarcó tanto a algunos jóvenes velocistas que llegaron al podio -Franco Florio y Elián Larregina- pero fundamentalmente a mediofondistas y fondistas. Algo que ya se venía insinuando por el nivel de marcas que alcanzó un buen grupo de corredores. Y así se fueron acumulando sorpresas ya que el equipo estaba integrado por una mayoría de debutantes quienes, pese a su inexperiencia en la competición internacional, llegaron a puestos de podio delante de corredores más fogueados.
“Hay varias causas para este repunte y, por supuesto, la calidad de este grupo de atletas y la mejoría en sus sistemas de preparación. Y también podría citar que se están viendo los beneficios del entrenamiento en la altitud, que casi todos realizan en Cachi, Salta”, explicó Leonardo Malgor, el responsable del área de fondistas en el equipo técnico de la CADA. El secretario técnico de la Confederación, el profesor Alberto Scarpin, apuntó: “Otro tema muy valioso es la decisión con la que corren estos atletas, saliendo a buscar sus mejores marcas en todas las oportunidades que tienen y sin especulación”. Probablemente el símbolo sea el nivel y la decisión competitiva que uno de los consagrados entre ellos, el entrerriano Federico Bruno, ha demostrado en las últimas temporadas, mucho más afianzado en su campaña. Bruno se convirtió en uno de los mejores especialistas sudamericanos de los 1.500 metros llanos y uno de los referentes de esta generación aunque, lamentablemente, no pudo competir en el Ibero al sufrir un virus pocos días antes. “En los últimos años, pese a la pandemia y a todas las dificultades que tenemos, demostramos que los corredores argentinos podemos mejorar las marcas y competir en buen nivel”, apunta Joaquín Arbe, quien en diciembre pasado se apoderó del récord nacional del maratón con 2h.09m.36s. en Valencia.
Agrega Malgor: “Realmente, al ver lo que se ha logrado, uno se emociona… Y mucho más por las dificultades que tenemos para desarrollar el atletismo, no me refiero solo a los problemas económicos. Geográficamente, estamos muy lejos de los grandes centros internacionales. Internamente, al ser un país tan extenso, hay pocas oportunidades de reunir a los atletas”
Arbe y Eulalio Muñoz -ambos proceden de Esquel, Chubut- fueron los representantes argentinos en el maratón olímpico en Sapporo y ahora estarán en el Mundial de Oregon, donde la Argentina también ha clasificado la dupla de maratonistas de damas (Florencia Borelli y Daiana Ocampo, quienes vienen en una notable campaña) y otra dupla en los 3.000 metros con obstáculos, con la gran recuperación de Belén Casetta y el ascenso de Carolina Lozano.
El atletismo argentino tiene una valiosa tradición en las pruebas de larga distancia ya que sus dos medallas de oro olímpicas llegaron con el maratón: Juan Carlos Zabala (el “Ñandú Criollo”) en Los Angeles, hace exactamente nueve décadas, y Delfo Cabrera, en Londres (1948). Cuatro años más tarde, en Helsinki, Reinaldo Gorno logró la medalla de plata, escoltando al fabuloso corredor checo Emil Zatopek (“La Locomotora Humana”) quien en aquellos Juegos produjo una hazaña hasta hoy irrepetible: campeón de los 5.000 y 10 mil metros en pista, y completando el triplete con el mencionado maratón en el que, además, Cabrera fue sexto. Tanto Cabrera como Gorno brillaron durante varios años en los principales escenarios internacionales (por ejemplo, 1° y 2° en los primeros Juegos Panamericanos) y heredaron aquella jerarquía que marcaban nombres como Zabala o Raúl Ibarra. Este fue un notable fondista entrerriano a quien sólo la cancelación de los Juegos Olímpicos le impidió su consagración mayor: entre 1940 y 1944, Ibarra se encontraba en la plenitud, había batido el récord mundial de los 20 mil metros y arrasado en los Campeonatos Sudamericanos. Aquella continuidad histórica se extendió durante la década del 50, cuando surgieron otros atletas excepcionales como Osvaldo Suárez y Walter Lemos. Arrasaron con todas las plusmarcas sudamericanas desde los 1.500 metros hasta el maratón, tanto en pista como en ruta. Suárez, además, aportó una seguidilla de triunfos hasta hoy irrepetibles como su triplete consecutivo en San Silvestre, sus cuatro medallas de oro (y dos de plata) en los Juegos Panamericanos, cinco títulos en los Iberoamericanos y el dominio absoluto en los Campeonatos Sudamericanos entre 1956 y 1967.
Pero a partir de la década del 60, la Argentina fue declinando en el atletismo de fondo. La situación internacional en esta especialidad había cambiado totalmente, surgieron los africanos como potencias imbatibles (Kenia, Etiopía y ahora también Uganda), se produjo una revolución técnica y no se pudo mantener aquel contacto. Todo esto, sumado a las dificultades económicas y de infraestructura de este deporte en nuestro país. Se insinuó un repunte a fines de los 80 y allí Antonio Silio asomó como el nombre excluyente, sobre todo por el subcampeonato mundial de medio maratón que logró en Newcastle (1992) y su amplia cosecha de récords, también desde los 3.000 metros hasta el maratón. Recién en los últimos tiempos, pasadas más de dos décadas desde su retiro, una nueva generación de corredores argentinos se va acercando, o en algunos casos como 3.000 metros y maratón, superando esas marcas.
La aplicación de sistemas de entrenamiento avanzados, las estadías en la altura como citábamos, las nuevas tecnologías en calzado e indumentaria y el estímulo que dieron las competencias internacionales en nuestro país son algunos de los motivos para esta recuperación. Por supuesto, también lo son las condiciones naturales y técnicas de estos atletas y el esfuerzo con el que entrenan y compiten, aún en condiciones difíciles como fue la pausa por la pandemia -que en varios casos obligó a largas suspensiones de entrenamiento- y en otros casos, a las limitaciones económicas. El sistema de becas oficiales ayuda -es algo superior a lo que existía décadas atrás- pero muchas veces resulta insuficiente en comparación con la estructura económica y organizativa que rodea a los atletas de otros países.
En ese marco, lo que vienen consiguiendo nuestros corredores es conmovedor. El 1-2 de Florencia Borelli y Daiana Ocampo en el medio maratón del Iberoamericano fue histórico y redondeó la notable temporada que ambas vienen cumpliendo. Ocampo estuvo muy cerca de conseguir la clasificación olímpica de maratón el año pasado -tuvo que correr en Santa Rosa bajo una tormenta devastadora y aun así quedó a un paso- y últimamente está mejorando sus marcas personales en pista, incluyendo el récord argentino de los 10 mil metros que Rosa Godoy mantenía desde hacía once temporadas: marcó 32m.33s99 en una formidable producción en el Parque Olímpico. Al maratón en los Juegos ya había llegado Marcela Gómez, la chaqueña radicada en Brasil y puntal de nuestros seleccionados, quien en 2020 fue la primera argentina en correr esa distancia por debajo de las 2 horas y 30 minutos, batiendo el antiguo récord de Griselda González. Ahora Gómez busca recuperarse tras un período de lesiones. En tanto, Borelli ya se apoderó de la plusmarca de maratón con su fantástica aventura en Sevilla, en febrero pasado (2h.26.54s.), y apunta a alcanzar su mayor rendimiento en los Juegos de París 2024. Bajo la guía de Leo Malgor, Flor también ha brindado numerosas satisfacciones en pruebas de pista, como un título y un subtítulo sudamericano sobre 5.000 metros y, recientemente, se convirtió en la primera corredora de la región que marca debajo de 9 minutos en los 3.000 metros llanos, al lograr 8m59s10 en la pista marplatense. Su más reciente suceso se produjo con el torneo de Manchester (Gran Bretaña) donde pulverizó su récord nacional de los 5.000 metros con 15m.23s.83.
No termina allí la «saga Borelli» ya que su hermana Mariana también está brillando en distancias de mediofondo, en especial sobre 1.500 metros, donde viene de lograr 4m.13.s37 en el meeting de Huelva, segunda marca del historial argentino.
Pero la dupla Flor Borelli-Daiana Ocampo viene acompañada en la progresión femenina por otros nombres como Fedra Aldana Luna, una de las revelaciones de este año con el subcampeonato de 5.000 en el Ibero y su actual campaña europea. Y también, con la recuperación de Belén Casetta en los 3.000 metros con obstáculos, una especialidad en la que en 2017 alcanzó la condición de finalista del Campeonato Mundial en Londres y el récord sudamericano en 9m.25s.99. Carolina Lozano, rosarina que en las últimas temporadas entrenó y estudió en Puerto Rico (allí se graduó también en música clásica), es otra de las que progresa aceleradamente en esta disciplina tan técnica.
Entre los hitos del sector masculino están las actuaciones que Arbe y Muñoz han logrado en el maratón, por debajo de las 2 horas y 10 minutos. Los títulos, récords y actuaciones internacionales de Federico Bruno y otros jóvenes que vienen asomando en sus mismas distancias de mediofondo: el santafesino José Zabala (subcampeón de 1.500 en el Ibero y de sorprendente disciplina táctica) y Diego Lacamoire, un «producto más» de la cantera marplatense, que incluye a Casetta y Borelli. Acaba de ingrear al “club” de los sub 3m40s en los 1.500 llanos con su triunfo en el meeting de Maia, en Portugal. Desde San Rafael -Mendoza- impresionó el ascenso de Antonio Jesús Poblete, el aguerrido subcampeón de medio maratón en el Ibero, donde quedó apenas a un segundo del peruano Luis Ostos. Y como una figura para varias distancias, ahora haciendo sus primeras armas en el tour europeo, otro atleta surgido desde Entre Ríos y residente en Rosario: Marcos Julián Molina. Logró las medallas de bronce de 5.000 llanos y 3.000 con obstáculos en el Iberoamericano. Y en esta última prueba, es el primer argentino que se aproxima en las últimas tres décadas al legendario récord de Marcelo Cascabelo al registrar 8m.31s.97 durante el reciente torneo en Huelva.
«Es cierto que la mayoría de los atletas en este equipo prácticamente debutábamos en la competencia internacional frente a rivales más fogueados. Pero había una gran motivación, todos le poníamos mucha voluntad, queríamos dar lo mejor de nosotros. Sabemos el sacrificio que hizo cada uno para llegar hasta ahí… Podría dar muchos ejemplos, como el de Julián Molina, con sus ganas de progreso que nos contagiaban a todos», sintetizó Poblete sobre la gran aventura colectiva en el Ibero.
Hemos citado simplemente algunos nombres, referentes actuales. Le están devolviendo jerarquía a nuestro atletismo de fondo y son el espejo para otros jóvenes que también vienen asomando. La recuperación del circuito nacional de grandes carreras y los próximos compromisos (el Mundial en Oregon y los Odesur en Asunción, así como el 21k de Buenos Aires/Campeonato Sudamericano y el Maratón Internacional de Buenos Aires) serán la oportunidad para que se extienda ese crecimiento.