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El adiós a Oscar Marciale

26/04/2019

Por Rubén Aguilera

Se fue uno de los últimos exponentes del viejo y querido atletismo de los años cuarenta y cincuenta. Partió para siempre Oscar Horacio Marciale uno de los más queridos personajes que dio nuestro deporte. Había nacido el 5 de junio de 1938. Desde muy joven se apasionó por el deporte atlético que nunca abandonó. En su juventud defendió los colores del club atlético Nación por entonces la gran potencia atlética marplatense.
Fue un destacado velocista llegando a, poseer varios récords en las categorías de edad limitada. También lució en los campeonatos interclubes que se realizaban en la catedral del atletismo nacional la antológica pista del club de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires. En los de 1955 fue campeón de los 200 m con 23.6.
Luego de colgar los zapatos de clavos se convirtió en una afamado largador siendo famoso por su profesionalización y los cuentos con los cuales recibía a los competidores que llegaron a ser sus mejores amigos. En esta faceta participó en campeonatos sudamericanos, iberoamericanos y en los Juegos Panamericanos de 1995.
En su paso por las pistas dejó un 11.0 en 100 m logrados el 8 de julio de 1956 y un 23.2 en 200 obtenido el 24 de octubre de 1954.
Asimismo fue dirigente habiendo presidido a la Agrupación Atlética Marplatense entre 1977 y 1980. Con el y con Jorge Moisano fuimos los iniciadores del torneo internacional «Semana del Mar» que durante cuarenta años fue señero entre los grandes certámenes de la América del Sur.
Por su calidad humana y su capacidad como jurado en competencias nacionales e internacionales, recibió en 1996 el premio barón Pierre de Coubertin, el “Nóbel” del atletismo nacional y en el 2015 el “Lobo de mar al deporte y la cultura” que anualmente entrega el Circulo de Periodistas Deportivos.
Nos abandonó Oscar Marciale, el que nunca perdonó una partida en falso, esta vez nos hizo trampa y se fue adelantándonos en el camino dejándonos con la tristeza en nuestro corazón.
Descansa en paz amigo del deporte. Hiciste numerosos amigos en este mundo, aquellos que te precedieron, como tu profesor, don Justo Román, seguramente te recibirán con el fuerte abrazo que no pudimos darte.