Este 2018 a punto de concluir nos dejó unos cuántos motivos para el recuerdo. Pero, a la vez, nos sirvió, con el capricho de las fechas, para evocar también momentos relevantes del atletismo de nuestro país. Y es oportuno recordar también que hace 90 años nació Alberto Triulzi, hace 70 produjo su más relevante actuación internacional con el cuarto puesto en los Juegos Olímpicos… y hace medio siglo, falleció. Tan joven…
Alberto Triulzi integró la más notable expedición atlética en el historial olímpico, aquella que viajó más de veinte días en barco hasta ubicarse en las modestas –recién salidas de la Segunda Guerra Mundial- instalaciones en Londres. Y retornar luego al país con el oro de Delfo Cabrera en el maratón (donde Guíñez y Sensini también terminaron en el top 10), la medalla de plata de Noemí Simonetto en salto en largo, el cuarto lugar de Enrique Kistenmacher en el decathlon, lesionado y bajo un diluvio. Triulzi, allí y con apenas veinte años, alcanzó la final de los 110 metros con vallas y escoltó al imbatible trío estadounidense, una actuación que jamás pudo repetir un atleta argentino en esa especialidad.
Si tienes la oportunidad, aquí está el recuperado video de la final:
https://www.youtube.com/watch?v=Qfwd3Kd4nPY
En la temporada anterior, Triulzi había llamado la atención al “clavar” los 14 segundos, la marca de su vida, en Buenos Aires. Pero su experiencia internacional se limitaba a unos pocos encuentros a nivel sudamericano. En su preparación hacia los Juegos, y desafiando el invierno porteño, corriendo prácticamente solo, había marcado 14s3.
Los estadounidenses eran los dueños absolutos de esta disciplina, con los diez mejores del ránking mundial. El nombre dominante era Harrison Dillard, apodado “Huesos” y que había llegado al atletismo por la idolatría que sintió hacia Jesse Owens. Dillard estableció el récord mundial con 13s.6 durante los Kansas Relays, en Lawrence, el 17 de abril de aquel año olímpico. Llevaba una racha de 82 victorias consecutivas pero durante los Trials estadounidenses en Chicago, como diría el “Cóndor de Seré” algo salió mal… tropezó en los tres primeros obstáculos, abandonó en el séptimo y se quedó sin su puesto en la formación USA para Londres de los 110 metros vallas.
(No lo lamentaría demasiado. Sorpresivamente clasificó como tercer hombre en los 100 llanos y, también sorpresivamente, ganó la medalla de oro de esa prueba en los Juegos Olímpicos, además del relevo 4×100. Cuatro años más tarde, en Helsinki, sí se dio el gusto de ganar su especialidad favorita, las vallas).
Ausente Dillard, Estados Unidos llegaba al estadio de Wembley con los tres primeros de la eliminatoria de Chicago: William Porter, Craig Dixon y Clyde Scott, quienes habían marcado 13s90, 14s11 y 14s18 electrónicos, modalidad que recién aparecía. Porter, procedente de la Universidad de Michigan, emergía así como favorito para los Juegos.
Durante las fases previas, hubo pocas sorpresas, Triulzi ganó su serie en 14s6 y quedó tercero en su semifinal con el mismo tiempo, consiguiendo el pasaporte a la prueba decisiva. En esta, Scott fue el líder en el arranque, sobrepasado por Dixon hasta la octava valla. Recién allí apareció el rush decisivo que le daría la victoria a Porter en 13s9, récord olímpico para su época, con Scott y Dixon marcando dos décimas más para la plata y el bronce respectivamente. Triulzi fue cuarto con 14s6, dos décimas por delante del australiano Peter Gardner, cerrando la clasificación el sueco –y campeón europeo en Oslo, dos años antes- Hakan Lidman, con 14s9.
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Alberto Ubaldo Triulzi nació en Buenos Aires el 6 de enero de 1928 y llegó al atletismo por impulso de su hermano Victoriano Juan, ocho años mayor y destacado especialista en los 400 metros llanos, prueba en la que alcanzó el subcampeonato sudamericano.
Las condiciones físicas y técnicas de Alberto emergieron rápidamente y, si uno repasa sus marcas y actuaciones, pese a la brevedad de su campaña y a las condiciones de la época (pistas de carbonilla, escasa posibilidad de competencia, amateurismo absoluto) no hay dudas: fue un superdotado, uno de los mayores talentos que haya surgido en el atletismo argentino. Y todos sus récords nacionales absolutos, desde 14s.7 hasta los citados 14s.0 fueron conseguidos con edad de junior, siendo también el recordista mundial de la categoría hasta que recién un campeón olímpico como el alemán Martin Lauer, a mediados de los 50, consiguió quebrar la barrera de los 14 segundos.
En la pista del Club de Gimnasia y Esgrima, donde entrenaba, Triulzi logró su primer título nacional absoluto con apenas 16 años, en 1944, marcando 15s.4.
Al cerrarse la temporada de 1945 con los Campeonatos Nacionales, el 1 de diciembre en el mismo escenario palermitano, se vivió una página histórica con los 10.3 de Gerardo Bonhöff sobre 100 metros. Pero ese mismo día Triulzi retuvo su título de los 110 metros vallas con 14s7, batiendo el récord argentino (14.8 de Aldatz y Lavenás en la década anterior) e igualando el tope sudamericano del uruguayo Julio Ramírez. Este lo había logrado en abril, en Montevideo, durante el Campeonato Sudamericano, cuando Triulzi hizo su debut internacional y quedó quinto.
La progresión de Triulzi se mantuvo a principios de 1946, igualando los 14s7 el 7 de abril y estableciendo las marcas nacional y sudamericana con una décima menos, a la semana siguiente. Pero era “el momento” del chileno Mario Recordón, quien lo superó con 14s4 en el Sudamericano Extra de Santiago. Allí el argentino repitió su mejor marca, además de ganar los 200 metros llanos en 21s9 y sumar otro título con la posta corta. En esa misma temporada, Triulzi volvió a batir los topes nacional y sudamericano con 14s3, el 5 y 26 de octubre. Y todo se prolongó hasta los Campeonatos Nacionales… disputados a comienzos del año siguiente, el 1 y 2 de marzo. Fue un gran despliegue de Triulzi quien, además de concretar por tercera vez sus récords de 14.3 en las vallas, también ganó los 200 llanos con 22s2 y la posta corta.
El año preolímpico (1947) marcó dos hitos en la campaña atlética de Triulzi:
. A fines de abril y durante el Campeonato Sudamericano en el estadio de Fluminense, en Rio de Janeiro, conquistó su primer título de vallas con 14s.7, aventajando por seis décimas al local Helio Dias Pereira. Pero también dio la sorpresa con su victoria en los 200 llanos al marcar 22s0, superando por 3/10 al luego finalista olímpico, Bonhoff. Este tuvo su consuelo con el triunfo en los 100 metros, el último que ha logrado un argentino en la Prueba Reina. Bonhoff y Triulzi unieron sus fuerzas, posteriormente, para una celebrada victoria en los relevos cortos junto a otros dos excelentes sprinters como Carlos Isaack y Adelio Márquez.
. El 12 de octubre, una vez más en su amada pista de GEBA, Triulzi marcó los 14 segundos en 110 metros con vallas, fijando un récord sudamericano que recién pudo igualar, más de dos décadas después, el colombiano Hernando Arrechea. Los 14s de Triulzi permanecieron como récord argentino por casi medio siglo, hasta que Oscar Ratto fijó los 13s9 el 27 de abril de 1996 (hay que considerar también los 14s18 del propio Ratto, cuatro años antes, con cronometraje electrónico, equivalentes a casi 13.9 manuales).
Dos semanas antes, Triulzi se había mostrado en óptimo estado al marcar 14s.2 durante el torneo Primavera, registro que no se homologó por el viento a favor. Pero ahora se sentía estimulado por la competencia con el sueco Lidman, que llegaba a esta cita internacional.
Alberto Salotto describió así aquella inolvidable carrera en las páginas de El Gráfico:
“En la tercera valla, Triulzi toma una ligera ventaja y la afianza en la octava. Lidman se abalanzó sobre la lana, en un esfuerzo desesperado por alcanzar a Triulzi. Pero no pudo. Los relojes lo confirman: 14 segundos para ambos. Vamos a repetirlo con mayúsculas y letras porque en números queda un poco pobre: CATORCE SEGUNDOS. Para Lidman eso significa igualar su récord europeo. Para Triulzi, borrar su récord sudamericano de 14,3 y coloca una marca que ahora le da derecho de mirar al mundo”.
Durante la investigación para mi libro “Aventura por las pistas”, tuve la oportunidad de entrevistar a varios de los testigos de aquella época. Entre ellos, al propio hijo de Alberto (Alberto Jr), a Estanislao Kocourek (su gran sucesor en las pruebas de vallas) y a Bonhoff. Este recordó que –al revés de cierta fama de “canchero” que algunos le atribuyeron a Triulzi- éste “se tomaba muy en serio el atletismo, entrenaba fuerte y era un tremendo competidor”. Bonnhoff recordaba el viaje en barco para los Juegos Olímpicos de Londres: “Todos teníamos que entrenar en la cubierta. Y cuando lo hacía Triulzi, la cubierta estaba ocupada por sus vallas, era su turno y debíamos esperar”. Juan Alberto Triulzi –sobrino del atleta- nos contó que “se entrenaba hasta en los pasillos del Banco Central, donde trabajaba. Colocaba unas sillas y se ponía a correr y saltar”.
Después de los Juegos Olímpicos, y con una amplia perspectiva en el atletismo, Triulzi recibió una beca para estudiar en la Universidad de California, donde también entrenaban los fenómenos de las pruebas de vallas. Se cuenta que la propia Eva Perón acudió a despedirlo. Sin embargo, todo cambió. Cuando Triulzi decidió quedarse en Estados Unidos y no volver para las convocatorias a los equipos nacionales, se lo declaró un “enemigo”. Y las sentencias desde los diarios argentinos fueron furiosas. Ya no volvería más…
Su campaña atlética en el norte fue breve, aunque repitió los 14 segundos –sobre 120 yardas, equivalentes a 109.72 metros- en dos oportunidades, el 18 y 19 de mayo de 1951 en California.
Casado con una salvadoreña, Carmen Mora, tuvieron tres hijos: Alberto Junior, Betina y Carmen Elena. El mayor tuvo una destacada trayectoria empresarial, inclusive estuvo al frente de una empresa de energía en nuestro país durante los 90. Así pudo conocer a los parientes de su padre. Y la pista de GEBA, donde concretara tantas hazañas. Juan Alberto Triulzi, el sobrino de Alberto (hijo de su hermana Elena), nos contó que “no lo conocí personalmente, pero su ‘presencia’ en casa se sentía, mi mamá guardaba todos los recortes. Cuando su hijo, es decir mi primo, vino a la Argentina, le mostré la pista y los trofeos, se emocionó mucho”.
Alberto Triulzi pasó sus aventuras en Estados Unidos, algunos momentos más difíciles y otros, más asentado. Estaba al frente de una gasolinera en Van Nuys, California, y tenía proyectos para expandirse. Pero murió repentinamente, el 9 de septiembre de 1968. Un ataque al corazón. Quedaban aquellos recuerdos, luminosos, entre las páginas más brillantes del atletismo nacional.