El Parque Chacabuco es uno de los complejos deportivos en el área del gobierno municipal, que encaró esta obra con el apoyo de la Asociación de Carreras y Maratones Ñandú (la entidad que organiza anualmente los 21k de Buenos Aires y el Maratón Internacional de la Ciudad). Por su ubicación geográfica y la vitalidad social y cultural de su barrio, seguramente el “regreso” de esta pista será un motor muy valioso para la recuperación atlética, y un factor de motivación para atraer a nuevas generaciones. Llevará el nombre –elegido por votación popular- de la más notable atleta de nuestro historial, Noemí Simonetto, subcampeona olímpica del salto en largo en los Juegos de Londres (1948) y también, la máxima medallista argentina en los Campeonatos Sudamericanos (once doradas, 17 en total, logradas entre 1941 y 1947).
Desde mediados de los 60, el Parque Chacabuco concentraba gran parte de la actividad atlética del país, tanto en la preparación de los distintos equipos –allí entrenaban Aconcagua, Luz y Fuerza, Sudamérica, Velocidad y Resistencia, entre otros- como en la realización de las principales competencias. También se realizaban torneos en GEBA (el sitio de mayor tradición), River y Parque Avellaneda, además de Lomas de Zamora y Villa Dominico. La pista del Chacabuco fue la sede del Campeonato Sudamericano de 1967 y de los populares Juegos Baron Pierre de Coubertin, aquel notable esfuerzo que Pedro Cáccamo y su equipo concretaban todos los años, atrayendo a figuras de primera línea internacional a nuestro medio.
Justamente aquel Campeonato Sudamericano marcó el último triunfo argentino en el sector masculino –en damas, todavía se ganó en 1971- y los triunfadores en el plano individual fueron Domingo Amaison (3.000 metros con obstáculos), Eric Barney (salto con garrocha), José Vallejo (martillo), Juan Carlos Kerwitz (en emotivo desenlace del decathlon) y el gran Osvaldo Suárez. Este no pudo con el ascendente colombiano Víctor Mora en los 5.000 pero, pocos días después, tuvo su desquite en los 10 mil, en lo que constituyó su despedida de los grandes triunfos regionales. En ese Sudamericano, el brasileño Nelson Prudencio se llevó el salto triple con 16.30 metros, anticipando lo que sería su consagración del año siguiente –la medalla de plata olímpica- y también lucieron sus compatriotas Silvina das Gracas Pereira (tricampeona en velocidad) y Odette Domingos, entre otras. Los colombianos comenzaban a desplegar su potencial –allí estaba Mora, pero también Pedro Grajales como campeón de 200 y 400- y los chilenos festejaron los títulos de Iván Moreno (100 metros y largo), el récord sudamericano de Rosa Molina en bala (14.26) y el doblete del mediofondista Jorge Grosser. También el sorpresivo triunfo de Santiago Gordon sobre nuestro Juan Dyrzka, en los 400 metros vallas.
En los Juegos Pierre de Coubertin, Pedro Cáccamo –un ex velocista- unía varias de sus pasiones: sus dotes de emprendedor, el atletismo y la música clásica (cada torneo era precedido por un concierto). En una época donde las competiciones internacionales eran escasas –y mucho más para nosotros, tan alejados- Cáccamo motivaba y traía atletas consagrados. Así, por ejemplo, llegaron la recordwoman mundial y subcampeona olímpico de disco, Liesel Westermann. O sus compatriotas –finalistas olímpicos de 400 metros vallas- Rainer Schubert y Gerhard Hennige, quienes aquí pudieron competir con Dyrzka. Otro alemán, famoso en su época, que dio espectáculo en el Parque Chacabuco fue el campeón olímpico de lanzamiento de jabalina (Munich 72), Klaus Wolferman. Vino para el Coubertin del año siguiente, donde arrojó el implemento a 76.58 metros… y fue segundo, superado por otro coloso como el finés y ex recordman mundial Jorna Kinnuen (sus 80.80 m. en ese momento eran asombrosos para nuestro medio). En el tercer puesto aparecía el argentino Néstor Jesús Pietrobelli (62.80), el padre de quien luego se convertiría en recordman nacional… El Coubertin del año siguiente también fue memorable, espectáculo en la pista y multitud en sus tribunas. Se incluyó un decathlon, ya que Tito Steiner aparecía con fuerza y batió el récord nacional, escoltando al sueco Lennart Hedmark. Otro de los topes nacionales fue logrado por Luis Barrionuevo en salto en alto (2.12); Irene Fitzner –la mamá de Jenny Dahlgren- todavía estaba en la categoría junior, pero se llevó los 100 metros con 12s1. Y una de las grandes figuras era el italiano Franco Fava, ganador en obstáculos y 5.000 metros: considerado uno de los mejores fondistas europeos de esa década (también fue 8° en el maratón olímpico de Montreal), Fava es actualmente uno destacado periodista deportivo.
Otro capítulo internacional en la misma pista se había cumplido semanas antes, pero con la organización del Instituto Luz y Fuerza. Y allí tanto Beatriz Alocco con 11s7 en los 100 metros y Juan Turri, con 17.97 m en bala, establecieron récords nacionales.
El único Campeonato Nacional de mayores con sede en Parque Chacabuco se cumplió en agosto de 1975, como preparación para el Sudamericano de Rio. A esa altura, Allocco ya se afianzaba como la mejor sprinter de nuestro historial (ganó en 11s8 los 100 metros y 24s4 los 200), y junto a Belkis Fava, Angela Godoy y Liliana Cragno conformaban una excelente posta corta, que se llevaría el oro Sudamericano y que fijaría marcas imbatibles hasta hoy. Otro doblete en velocidad fue para Gustavo Dubarbier, oriundo de La Plata y padre del actual jugador de Estudiantes, Carlos Villar en mediofondo, Juan Turri en bala y disco, José Vallejo en martillo, Ana María Nielsen (récord de 2m11s8 en 800), Daniel Mamet en salto en alto, eran otros de los nombres que sobresalían en la misma generación y que marcaron su huella en esa pista del Chacabuco.
Todo cambió después. Una de las autopistas surgidas desde el 76 atravesó parte del Chacabuco y el Centro desapareció como un polo atlético. Ahora, llegó el tiempo de revivirlo.
Foto: Final de 100 m femeninos en Parque Chacabuco (1974) con cinco de las mejores velocistas del historial: Allocco, Cragno, Godoy, Fitzner (ganadora) y Fava.