CADA / FIGURAS EN EL RECUERDO
Por LUIS VINKER
Acaba de festejar sus 90 años de edad, el 5 de marzo. Estanislao Francisco Kocourek, de él se trata, fue un excelente atleta, de los mejores del país y con nivel internacional a comienzos de la década del 50. Aún hoy su registro de 14s.2 en los 110 metros con vallas se encuentra entre los diez top del historial argentino. Una vez concluida su trayectoria en las pistas, se desempeñó con éxito en otra de sus pasiones deportivas: el yachting. Pero, a la vez, continuaba con sus estudios y sus trabajos, que lo convirtieron en uno de los principales arquitectos del país, al que legó importantes y reconocidas obras. Y algunas marcaron imágenes de nuestra Ciudad, como sus parques deportivos de la década del 70. La flamante zona olímpica en Villa Soldati se realizó en base al Parque Roca, que Kocourek había desarrollado en aquella época, cuando también diseñó el Parque Sarmiento y el Jorge Newbery (actual sede del Club de Amigos).
“Me siento muy feliz de que se haya recuperado el Parque Roca”, señala Kocourek, quien alterna su residencia entre San Isidro y San Martín de los Andes.
Y los últimos tiempos fueron de merecido reconocimiento. En la gala por su Centenario en 2019, en La Usina del Arte, la FAM contó con Kocourek como una de sus leyendas premiadas. Un año antes, el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa le concedió el premio Gratias Agit, destinado a quienes difunden los valores de aquel país. “Hemos valorado en Kocourek no solo su condición de prohombre y descendiente de checos, sino también su aporte a la organización y mecenazgo de las organizaciones de descendientes checos en la Argentina”, elogiaron. Y destacaron que “gracias a Estanislao Kocourek pudo renovarse en 2011 la Casa Checa de Buenos Aires, la sede de la Asociación de Compatriotas, el antiguo Club Checoslovaco y la Escuela Checa en Choele Choel, en Avellaneda”.
El ex atleta contó que “mi papá nació en Uherský Brod, en 1901 y mi mamá en Podivin, muy cerca, a 30 kilómetros, pero se conocieron en Buenos Aires, donde habían emigrado”. Y agregó: “Los dos se vinieron de la República Checa con un título. Mi mamá era modista y mi papá, técnico en molienda de cereales. Lo que él aprendió en esos años que estuvo trabajando en la molienda fue un conocimiento muy total del manejo de herramientas, del agua, de electricidad, de energía, de transmisión de movimientos. Los molinos eran de agua sobre los ríos, y la molienda de cereales era una profesión muy valorada. Cuando llegó a la Argentina él estaba capacitado para hacer cualquier cosa”. Estanislao también recordó que “mis padres justamente se conocieron en un club checo en la Argentina. Había una colectividad pequeña. En casa, yo tenía obligación de contestar en checo. Además, cuando estuve en la edad de la escuela primaria, había una escuela checa en Buenos Aires, la Jan Amos Komenský. Ahí venía un maestro de Praga tres veces por semana a la tarde, teníamos colegio checo”.
¿Y cómo llegó al atletismo?. “Fue cuando estudiaba en el secundario, en el Industrial de Barracas. Allí, el profesor Stanislaw Pekiewicz, un ex atleta polaco, daba las clases de Educación Física y me llevó a entrenar en Gimnasia y Esgrima”. El equipo contaba con varios de los mejores atletas de nuestra historia como Enrique Kistenmacher (cuarto en el decathlon de los Juegos Olímpicos de Londres) y el jabalinista Ricardo Heber. Y, fundamentalmente, con el mejor vallista de la historia argentina, Alberto Triulzi, dos años mayor que Kocourek, ambos verdadero talentos desde juveniles. “Para mí, compartir los entrenamientos con Triulzi fue un auténtico lujo”, afirma.
Kocourek comenzó a entrenar y competir en 1946 mientras que Triulzi, poco después, concretaba sus hitos, inolvidables: el récord de los 14 segundos en 1947, en la pista de GEBA y venciendo al campeón europeo Haakon Lidman y el cuarto lugar en los Juegos Olímpicos de Londres..
Kocourek participó en su primer Campeonato Nacional en 1948, en Rosario, donde obtuvo la prueba con 15s5, fue subcampeón con la posta corta y tercero en los 100 metros llanos con 10s8. Un año después, en su debut internacional en el Sudamericano de Lima, quedó tercero en su serie con 15s9 y no accedió a la fnal, donde Triulzi retenía el título logrado en Rio de Janeiro. Pero a principios de los 50, Triulzi se radicó en Estados Unidos y, por conflictos con las autoridades de la época, ya no volvió.
Hacia 1950, Kocourek se movía por debajo de los 15 segundos (14s.6 en la Olimpiada Universitaria en Tucumán) y obtuvo su nominación para los primeros Juegos Panamericanos. La final de los 110 metros con vallas se disputó el 3 de marzo de 1951, en el Estadio de River. El vencedor fue el estadounidense Richard Attlesey, estudiante de la Universidad de Southern California y recordman mundial, quien “clavó” los 14 segundos, aventajando por dos décimas a Kocourek. Este produjo la mejor actuación de su vida para llevarse la medalla de plata, quedando el bronce con el mismo tiempo para el cubano Samuel Anderson, luego ganador de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Donald Halderman, el otro representante estadounidense, terminó cuarto con 14s.3. “Dick” Attlesey venía de mejorar dos veces el récord mundial en la temporada anterior con 13s.6 en los campeonatos de su país y 13s5 durante una gira por Finlandia. Fue prácticamente invencible entre 1949 y 1951 –ganó 55 carreras consecutivas- pero una lesión le impidió clasificar para los Juegos Olímpicos de Helsinki y poco después abandonó el atletismo.
Una crónica de la época indica que “aquel fue el día de la consagración definitiva de Kocourek. Le disputó palmo a palmo la supremacía al recordman mundial, quedando a solamente dos décimas. Después, llamado a la prestación del servicio militar, su rendimiento disminuyó. Pero los selectivos para el Sudamericano, dejaron sentadas nuevamente sus brillantes condiciones”.
El estadio de River también fue la sede del Campeonato Sudamericano de 1952, donde Kocourek volvió a llevarse la medalla de plata. Allí se impuiso el chileno Gerd “Jorn” Gever9t con 14s9, una décima por delante del argentino, con medalla de plata para el brasileño Wilson Gomes Carneiro con 15s1. Este, por su parte, fue campeón de los 400 metros vallas, mientras que Gevert era hijo de un ex campeón sudamericano del decathlon. En las Memorias de aquel evento, Gumersindo González escribió: “Puestos en marcha los competidores, se vio claramente al frente al chileno Gevert, seguido por Gomes Carneiro, mientras que Kocourek largaba atrasado, sin esa acción enérgica y lujosa que todos le conocemos. Siempre con Gevert en la punta, pasaron los primeros 55 metros en 7s8. Pegado a él corría Gomes Carneiro y a un metro, Kocourek. Aquí fue donde éste consiguió armar su acción y en una notable arremetida, conquistar el segundo puesto”.
Dos meses más tarde, Kocourek fue incluido en el equipo nacional que acudió a los Juegos Olímpicos en Helsinki y allí, por apenas una décima, no pudo acceder a las semifinales (quedó tercero con 15s0 manuales, 15s20 electrónicos). La medalla de oro correspondió a uno de los más notables especialistas de todos los tiempos, Harrison “Bones” Dillard con récord olímpico de 13s.7, al igual que su escolta, Jack Davis. Dillard ya había sido el gran favorito para Londres 48 cuando –sorpresivamente- tropezó en una valla durante los Trials estadounidenses y se quedó al margen. No obstante, consiguió clasificar para los 100 metros llanos, la “prueba reina” del atletismo… que también ganó en aquellos Juegos Olímpicos.
Para Kocourek, aquel viaje a Finlandia también tendría un especial significado en lo personal. Avanzado estudiante de arquitectura, tomó allí contacto con una de las escuelas más avanzadas, la que nos ha legado las obras de Alvar Aälto, por ejemplo. “Descubrí la arquitectura finlandesa y eso me marcó para siempre. De allí traje la técnica y la estética del ladrillo”, nos contó.
En los “World University Games” de 1953 en Dortmund (Alemania), antecedente inmediato de la actual Universiada. Kocourek consiguió una nueva medalla de plata en su especialidad con 14s7, el mismo tiempo que el vencedor, el local Berthold Stines, luego semifinalista olímpico y bronce europeo. Allí Kocourek también se llevó una medalla de oro cuando la posta 4×100 argentina que formó con otros dos velocistas olímpicos (el mendocino Romeo Galán y Fernando Lapuente) y Jorge Ghirimoldi, marcó 42s2. Galán, además, triunfó individualmente en los 100 metros planos.
Kocourek, quien en sus últimos tiempos fue entrenado por Jorge Kistenmacher, volvió a obtener tres títulos nacionales de 110 metros vallas en Buenos Aires (14s7 en 1954, 14s8 en 1955 y 15s4 en 1959). A principios de 1956 participó en las Olimpiadas Universitarias Sudamericanas en Montevideo, donde ganó con 14s.8, aventajando por 6/10 al brasileño Ary Facanha da Sá, recordman del salto en largo.
En el Campeonato Sudamericano de ese mismo año, en Santiago de Chile, marcó 14s9 y terminó nuevamente en el segundo lugar, a dos décimas del brasileño Ijoel Rosa da Silva. Dos años más tarde, en Montevideo, se impuso Gomes Carneiro con 14s9 y allí Kocourek terminó cuarto con 15s1. Su despedida de las competencias internacionales se dio durante la Copa Sudamericana de Campeones en Sao Paulo (1959), donde marcó 15s2 y escoltó a los locales Gomes Carneiro (14s8) y Francisco Bergonzoni (15s2).
En su juventud, Kocourek combinaba los entrenamientos atléticos con sus estudios universitarios y su trabajo en un estudio de arquitectura. “El atletismo era totalmente amateur y teníamos pocas posibilidades de competir afuera, apenas los Sudamericanos y poco más. A veces pienso que, en otras condiciones hubiera bajado de 14 segundos. Pero igualmente, el atletismo me apasionaba, era un sentimiento de libertad, la posibilidad de viajar, salir, conocer gente. Después, una vez que me casé, me fui alejando”, recuerda.
Una vez que se retiró del atletismo y desarrolló su elogiada actividad profesional al frente de su estudio de arquitectura, Kocourek encontró otra vertiente deportiva: el yachting. “En realidad, arrancó como una casualidad. Cuando diseñamos el Boating Club de San Isidro nos entregaron el ‘Milagro’. Y empecé a tomar lecciones, después armamos una tripulación con amigos de la familia como Castex, Vilar, Ezcurra. Ganamos una regata, y así seguí”. Kocourek participó en tradicionales regatas de nivel internacional, desde la Buenos Aires-Rio y la Mar del Plata-Punta del Este hasta la Admiral Cup. Y en 1992 integró la tripulación del “Victoria”, en el quinto Centenario del primer viaje de Colón a América. Integrante del Náutico San Isidro, el club le concedió la “medalla del Atlántico y el Río de la Plata” por su trayectoria.
Su padre Francisco había fundado una empresa constructora, pero Estanislao se había iniciado como arquitecto en los estudios Douilet y Cappagili, y posteriormente en el Virasoro. En 1960, Estanislao se integró a la empresa de su padre, donde creó el Estudio de Arquitectura y Diseño. Dicho estudio fue la base para importantes obras como el Boating Club de San Isidro -que abarcaba 4.500 viviendas y una resignificación total de la zona- o la urbanización de Catalinas Norte con el edificio Conurban (1973), la construcción de clubes como Lagartos (1976) y el Hotel Iguazú en Cataratas (1978), posteriormente transformado en el Sheraton. Una de las incorporaciones relevantes en su estudio fue la del arquitecto Ernesto Katzenstein, otro nombre que marcó época en la actividad.
Los Polideportivos corresponden a mediados de los 70, cuando el estudio también construyó varios edificios escolares. Y participó en la modernización de hospitales como el Fernández, el Argerich y el Pirovano.
“Yo estaba destinado a ser ingeniero. Siendo hijo de un hombre de la construcción, lo más lógico era que siguiera esa carrera. Pero un arquitecto que tenía como profesor en el colegio industrial, me hizo cambiar. Le gustó mi forma de dibujar y me invitó a trabajar en su estudio”, contó Estanislao.
Entre sus obras más conocidas en el campo arquitectónico se encuentra la torre “Conurban”, dentro del complejo Catalinas Norte. Se trata de trabajos de comienzos de los 70 y que, curiosamente y de algún modo, se vinculan a su pasado atlético, ya que se inspiran en los diseños que conoció en los Juegos de Helsinki. La renovación de la zona de Catalinas y sus propuestas innovadoras, son parte del legado arquitectónico de Kocourek. Y en 1988 fue distinguido con el Premio Konex.
Pero el atletismo siempre está presente para él. Lo disfrutó como gran deportista, como dirigente (presidió el Club Argentino) y también como espectador, asistiendo a varias ediciones de los Juegos Olímpicos y Campeonatos Mundiales como en Berlín 2009. “Me ha dado, fundamentalmente, grandes amigos y grandes enseñanzas de vida, momentos inolvidables”, sintetiza.
FOTO: Estanislao Kocourek y la victoria argentina en el Mundial Universitario de Dortmund (1953) en la posta 4×100, junto con Romeo Galán, Fernando Lapuente y Jorge Ghirimoldi.