El año pasado, Iris Fernández fue homenajeada al cumplirse las cuatro décadas de su debut en maratón, distancia en la que –al igual que en casi todas las pruebas de mediofondo- fue la pionera del atletismo argentino. Y la atleta más destacada de la generación que la continuó, Ana María Nielsen, también resultó una precursora, tanto en el mediofondo como en el maratón.
El caso de Ana María es realmente curioso, ya que ella brilló en la pista a mediados de los 70, se alejó por un largo tiempo del atletismo y volvió como una gran maratonista sobre fines de los 80. Allí se impuso en tres oportunidades consecutivas en Pampa Traviesa, fue la primera argentina en bajar de 2 horas y 40 minutos, y su mejor registro de 2h.39m26s. –conseguido hace exactamente tres décadas– aún la mantiene entre las diez primeras del historial de nuestro país.
Nielsen nació el 11 de abril de 1951 y desarrolló toda su actividad en pista representando al Club Atlético Talleres, bajo la conducción de aquel maestro de atletas que fue Don Juan Carsolio, quien estuvo por más de seis décadas en esa institución de Remedios de Escalada. Durante sus primeros tiempos, Ana María se dedicó a los 400 metros (su mejor marca fue 59s.4 en 1974), pero sus progresos se dieron al especializarse en 800 y 1.500, distancias que recién comenzaban a incluirse en el programa femenino. Nielsen hizo su primera aparición en Campeonatos Nacionales en 1970, en Córdoba, cuando quedó 5ª. sobre 400 metros, escoltó a Iris en los 1.500 (que se disputaban por primera vez oficialmente) y ambas integraron la posta campeona 4×400 de la FAM junto a Amalia Brandón y Alicia Enríquez.
Al año siguiente, también en Córdoba, Iris Fernández siguió dominando ambas pruebas de mediofondo. Sobre 800 metros quedó delante de la juvenil santafesina Melania Fontanarrosa, quien había causado un gran impacto al conquistar –con 16 años- el Sudamericano de mayores del 69 en Quito, pero que luego dejó el atletismo al terminar su categoría. Nielsen fue tercera en ese Nacional 71 de Córdoba sobre 800 y subcampeona de 1.500, clasificando para el Sudamericano de Lima. La Argentina obtuvo allí, por última vez en el historial, el título femenino, pero Nielsen sufrió por su descalificación en los 800.
Tendría su gran desquite tres años más tarde, en el Estadio Nacional de Santiago de Chile. Allí fue una de las figuras de nuestra Selección, triunfando en los 800 metros con 2m11s9 y escoltando a la chilena Carmen Oyé en 1.500 con 4m33s5, batiendo en ambos casos los récords argentinos. Y el despegue de calidad se produjo en la temporada siguiente.
A principios de agosto del 75, en la pista del Parque Chacabuco, se adueñó de los títulos nacionales de 800 (mejorando en una décima aquel récord nacional) y 1.500 (4m40s6). Dos semanas más tarde, en el mismo escenario, volvió a quitarle otra décima al récord de las dos vueltas a la pista. Y su consagración fue en el Campeonato Sudamericano, en el estadio Celio de Barros en Rio de Janeiro: medallas de oro en 800 con 2m10s7 y 1.500 con 4m27s0, volviendo a batir los topes argentinos. Con esa actuación, quedó incluida en la delegación para los Juegos Panamericanos de México, donde ocupó el 5° lugar de ambas distancias, detrás de las más experimentadas duplas de Estados Unidos y Canadá: las norteamericanas Kathleen Weston con 2m04s93 y Janice Merrill –luego octava olímpica en Montreal- con 4m18s32 en 1.500 fueron las campeonas.
A pesar de la altitud de la capital mexicana, Nielsen fijó allí el mejor tiempo de su campaña con 2m09s.96, que permaneció como récord nacional por siete temporadas, hasta la aparición de Liliana Mariel Góngora (2m09s06). En los 1.500 de aquellos Panamericanos, Nielsen corrió en 4m37s80. Pocas semanas más tarde, Weston visitó Buenos Aires para el torneo internacional “Juan Perón”, en el estadio de River, y allí venció en ambas distancias de mediofondo con 2m10s20 y 4m35s05, quedando Nielsen como su escolta con 2m11s45 y 4m35s50 respectivamente.
De ascendencia danesa, con su largo cabello rubio y su vincha, se convirtió en una de las figuras más populares del atletismo de esos años. “Vikingo”, la apodó José María Muñoz. Pero después, Nielsen se retiró de las pistas y sólo volvió brevemente, para otra exitosa temporada en 1978, cuando recuperó el título nacional de los 1.500 con 4m39s3 y concretó el doblete en los primeros Juegos Odesur, en La Paz, con 2m15s85 en 800 y 4m57s12 en 1.500.
“Dejé el atletismo –nos cuenta hoy- porque me dediqué a los estudios y me recibí de licenciada en Literatura, en la Universidad de Lomas de Zamora”. La misma calidad técnica y simpatía personal que había desplegado durante aquella época volvió una década después, ya convertida en corredora de ruta. Apenas un puñado de atletas se atrevía al maratón, desde que Iris lo hiciera en Waldniel, Alemania (1979). Pero Nielsen debutó en Pampa Traviesa, en 1988, con 3 horas y 3 segundos, y meses más tarde progresó considerablemente al registrar 2h45m09s, escoltando a Griselda González (récord nacional de 2h42m48s) en el Maratón Internacional Adidas de Buenos Aires. Al año siguiente, Nielsen ganó ambas pruebas con 2h47m38s en la capital pampeana y 2h43m58s en Buenos Aires.
“A mí me resultaba cómodo, fácil, correr el maratón. Creo que si en mis primeros tiempos de atleta hubiera existido el maratón para las mujeres, me hubiera dedicado a eso. Pero lo máximo que se corría era hasta 1.500 metros… Yo no sufría con el maratón y por eso, cuando volví al atletismo, me dediqué a esa distancia”, recuerda.
Y el 1 de abril de 1990, en su tercera victoria consecutiva sobre la ruta de Pampa Traviesa, logró la mejor marca de su campaña y batió el récord de Griselda (que luego lo recuperaría) con 2h.39m.26s. Ese mismo año, Nielsen fue la vencedora del medio maratón de Buenos Aires con 1h17m38s.
Su mejor registro en los 21k se concretó al año siguiente, al repetir esa victoria con 1h17m29s. También en esa temporada de 1991 tuvo la oportunidad de participar en el famoso maratón de Boston (terminó 22ª. con 2h47m45s) y volver a ganar en Buenos Aires (2h42m44s). En aquella cita de Boston, ganada por la polaca Wanda Panfil con 2h24m16s, tuvo la oportunidad de competir junto a las estrellas de la época como la primera campeona olímpica Joan Benoit (quedó cuarta) y la noruega, y ex recordwoman delmundo, Ingrid Kristiansen (sexta). Nielsen siguió incursionando en pruebas largas por un par de temporadas –otro podio en el 21k porteño en 1992 con 1h18m31s- pero luego sí, su alejamiento fue definitivo.
“Realmente, no existían los entrenamientos modernos y consistentes como ahora, o al menos, no los conocíamos. Para mis primeros maratones, llegué casi sin entrenamiento, corrí aquellas tres horas del debut con apenas unas semanas previas de trote. Pero después, me fui del otro lado, me sobreexigía en mi preparación, llegaba a hacer 30 kilómetros los domingos casi a ritmo de 4 minutos… No sé… a veces pienso que pude conseguir mejores resultados. Pero en los últimos tiempos ya me sentía cansada, tuve que abandonar en Buenos Aires y Mar del Plata, y allí sí, decidí mi retiro definitivo”.
Nielsen se dedicó a dar clases de Literatura y a atender su vida familiar. Dejó Remedios de Escalada, pasó a Lanús. Su pasión deportiva se orientó hacia otro lado, el tenis, que aún hoy sigue jugando. Y también lo hizo “con todo”, participando en Interclubes y en competencias internacionales de distintas categorías de veteranos. “Me apasionó el atletismo, hoy me apasiona jugar al tenis y doy lo máximo. Y me apasiona la literatura, aproveché este ‘confinamiento’ que nos produce la pandemia para releerme todo Borges”, cuenta.
FOTO: Ana María Nielsen y su victoria en los 800 metros del Sudamericano de 1975, en Rio de Janeiro. Imagen del fotógrafo René Orellana.