Por LUIS VINKER
El próximo sábado 14 de septiembre, en la pista del CENARD y en el marco del año de su Centenario, la FAM continuará con los homenajes a figuras históricas de nuestro atletismo. Merecidos, en todos los casos. Y como sucederá ahora, con el recuerdo de uno de los más notables velocistas surgidos de la Argentina: Carlos Antonio Bianchi Luti.
Junto a Gerardo Bönnhoff, Andrés Calonje y Carlos Gats, integran el “Olimpo” de la velocidad argentina, son quienes llegaron más lejos en el plano internacional, aún cuando se trata de épocas, sistemas, técnicas y estructuras completamente diferentes en todos los casos.
Bianchi Luti alcanzó un notable 5° puesto en la final olímpica de los 200 metros llanos en los Juegos de Los Angeles, en 1932, los mismos en los que Juan Carlos Zabala conquistó el maratón. Y una enfermedad, fulminante, se llevó su vida, tres años más tarde, antes de cumplir los 25…
La Argentina había aparecido poco antes en los escenarios olímpicos (París 1924), con representación en las pruebas de velocidad tanto allí como en Amsterdam 1928, cuando Juan Bautista Pina –oriundo de Valladolid, pero desde su infancia en nuestro país- escaló hasta las semifinales de los 100 metros.
Bianchi Luti venía de Córdoba, había nacido el 19 de diciembre de 1910. El brillo de atletas de esa provincia como Valerio y Angel Vallania, los fondistas Fernando Cicarelli y Luis Oliva, y el mediofondista Leopoldo Ledesma habían motivado la denominación de “Cuna de campeones” que le dio nada menos que Federico Dickens, el gran maestro en el atletismo argentino de la década del 20. Carlos Bianchi Luti se integraba a esa incipiente tradición.
Entrevistado por el legendario Borocotó en El Gráfico, Bianchi Luti se refirió a sus comienzos: “Un muchacho llamado Quaranta fue el que me metió en el atletismo haciéndome entrenar para salto en alto. A los primeros intentos salté 1,70. Pero lo más curioso fue el motivo por el que le llevé el apunte. Resulta que un tío mío, Luis Luti, era secretario de la Embajada Argentina en Lima. Y coom el Sudamericano de Atletismo se iba a hacer allí, me entró la esperanza de ir a visitarlo”.
Eso sucedía en febrero de 1929. Bianchi Luti fue a entrenar en la cancha del Club Junior y se escribió que “apareció disfrazado con una camiseta colorada, un pantalón verde y sus 84 kilos de entonces. La gente al verlo pasar, decía: Ahí va el luchador”.
Durante mucho tiempo su apellido figuró en las crónicas como “Bianchi Lutti”, pero él mismo ya había aclarado que era “Luti”, con una sola t: “No es un apellido italiano –contó- sino griego, el apellido de mi madre. Mis bisabuelos eran griegos, pero el resto de mis ascendientes, italianos… Mi padre fue nadador, levantador de pesas, corredor pedestre. Medía 1.90. Ya casado uy con 110 kilos de peso, andaba por los 12 segundos en 100 metros”.
Con escasos meses en el atletismo, Carlos Bianchi conquistó el título nacional de los 100 metros, doblegando a otro promisorio joven de su generación, Hernán Spinassi. Ambos fueron clasificados para el Campeonato Sudamericano en Lima, donde cada uno se llevó una serie (y también la tercera fue para un argentino, el entonces co-recordman con 10s.8 Juan Carlos Ure Aldao). En la final, Spinassi se consagró con 10s.7, batiendo por una décima la plusmarca argentina, quedando Bianchi Luti con la medalla de plata y Ure Aldao con el bronce. Así Spinassi se perfiló como una de las figuras del Campeonato, ya que también ganó los 200 y el relevo corto, pero su paso por el atletismo no fue mucho más allá.
Borocotó describe al Bianchi Luti de los comienzos: “No tenía mayor preparación ni entrenamiento. Hacía muy poco que se dedicaba a las carreras y al deporte en general. Prueba ello que tiene velocidad natural, que nació siendo sprinter y que en su físico reside la pasta de la cual se forman los grandes campeones. De entrenarse cuidadosamente y de estar bajo las órdenes de un buen entrenador, el cordobés sería elemento capacitado para estar prendido con los más grandes velocistas del mundo”. Fue una profecía.
Bianchi Luti lideró un combinado argentino en una gira por Brasil y estableció el récord nacional de los 100 metros con 10s.6, el 10 de junio de 1930 en Rio de Janeiro, tras haber igualado la marca de Spinassi tres días antes en Sao Paulo.
Convocado para la Selección Argentina en el Campeonato Sudamericano de 1931, a principios de mayo y en la pista de GEBA, Bianchi tuvo una performance consagratoria con su triplete de 100, 200 y relevo corto. En el hectómetro marcó 10s9, aventajando por una décima al brasileño José Xavier de Almeida, y bronce para Pina. Bianchi Luti concretó 21s.9 para su título de 200, donde Pina le escoltó con 22s2, quedando tercero otra leyenda como el chileno “Potrerillo” Salinas (un imbatible del 400). Y en el relevo corto, Bianchi Luti remató la tarea de sus compañeros Pina, Hermida y Borzino para terminar en 43s0.
A la semana siguiente, el equipo nacional participó en un Sudamericano Extra en Montevideo, donde Bianchi Luti mantuvo su hegemonía en la velocidad (10s8 y 22s0), quedando detrás del local en la posta corta y de Brasil en la 4×400.
No obstante, Pina luchó para recuperar su hegemonía y se mostró en óptima forma sobre fines de esa temporada. Sumó triunfos en los torneos Rioplatense y Municipal y alcanzó su máximo rendimiento el 29 de noviembre, en el Clausura con 10s.6 en la serie y récord sudamericano de 10s.4 en la final, quedando a las puertas del entonces récord del mundo. El nuevo duelo se produjo en los Campeonatos Nacionales, semanas más tarde. Tras marcar cada uno 10.6 en las eliminatorias, Bianchi Luti repitió esa performance y recuperó el título argentino, delante de Pina y el emergente Carlitos Hofmeister (el mismo que brillaría en los históricos relevos 4×100 de los Juegos de Berlin en 1936). A Pina los nervios le habían jugado una mala pasada y fue descalificado por partidas en falso, pero fueron sus propios rivales los que le pidieron a los jueces que le permitieran correr la final. Los 200 marcaron la consagración de Hofmeister con 21.8, delante de Bianchi Luti, en tanto Pina sufría otra descalificación.
Las primeras eliminatorias argentinas para la cita olímpica en 1932 mostraron a Pina como el velocista más firme, ya que en el Campeonato Rioplatense, en mayo, doblegó a Bianchi Luti en el hectómetro y a Hofmeister en 200, marcando 10s8 y 21s7 respectivamente. Pocos días después, repetía esas marcas en el primer selectivo. Sin embargo, una lesión lo dejó afuera, mientras Bianchi Luti crecía.
Aquellos Juegos de Los Angeles resultaron novedosos en varios aspectos, inolvidables para la Argentina por la victoria de “Zabalita” en el maratón. Y una de esas innovaciones era la aplicación del cronometraje electrónico, aunque sus marcas (del llamado sistema Kirby) recién se difundieron varias décadas después. Bianchi Luti ya se había destacado en los 100 metros, alcanzando la semifinal donde sus 10s.7 le valieron el cuarto puesto, sin conseguir una plaza en la prueba decisiva. En cambio, su arrolladora potencia sí le daría para el crecimiento en un 200, donde la ronda inicial fue un simple trámite para todos. Entre ellos, el otro argentino, Roberto Gente, quien “caminando” en 25s3 logró la serie 5, mientras que en la siguiente Bianchi Luti empleó 22s2 para escoltar por tres décimas al alemán Arthur Jonath.
Ya en cuartos de final, aparecieron las cuentas verdaderas. El gran favorito Ralph Metcalfe –campeón absoluto y universitario de Estados Unidos, y de los durísimos Trials- logró la primera serie en 21s5, estableciendo un récord olímpico. Y su “archirrival” Eddie Tolan, que le había amargado en la dramática final de los 100 llanos, ganó la serie siguiente, también en 21s5. Bianchi Luti se reveló en la tercera y sus 21s.4 (décadas más tarde convertidos a 21.46 electrónicos) representaron la nueva marca olímpica. Jonath, finalmente, se quedó con la cuarta serie, también en 21s4.
Las semifinales tendrían a esos mismos protagonistas: Metcalfe avanzó en la primera con 21s,5, el mismo tiempo que su compatriota George Simpson, mientras Bianchi Luti –tercero con 21s6- también coronó su sueño de finalista. En la otra semi, Jonath fue el vencedor con 21s5, dos décimas por delante del sudafricano Willie Walters y Tolan, mientras Genta, sexto con 22s0, cerraba su participación.
La final se corrió el 3 de agosto de 1932 en el legendario Memorial Coliseum, inaugurado con capacidad para 110 mil espectadores, y con los tres sprinters estadounidenses ubicados en los andariveles de adentro: Tolan por el 1, Metcalfe por el 2, Simpson por el 3. A Biachi Luti le tocó el 4, seguido por Walters y Jonath.
Según describió Enric Plá en “Atletismo Español”, “En los primeros metros de la carrera Bianchi Luti parecía el más rápido, pero fue rebasado en plena curva por Simpson que desembocó en la recta con medio metro de ventaja sobre Tolan, mientras Metcalfe parecía bastante retrasado. Tolan (…) dominó la recta y se impuso con 2 m sobre Simpson y Metcalfe, quien acabando como una tromba rebasó a Jonath. Bianchi declinó en la parte final”.
El tiempo oficial fue de 21.2 para T. Edward “Eddie Tolan”, nuevo récord olímpico (más tarde convertido a 21.12 electrónico). Simpson marcó 21s4, Metcalfe se llevó el bronce con 21s5, el mismo registro que Jonath, y Bianchi Luti –el más joven de esos finalistas- terminó 5° co 21s6. Cerró la cuenta el sudafricano Walters con 21s9.
A Tolan le apodaban “El expreso de Marquette” y volvió a sufrir una frustración, tras los 100 llanos. La leyenda indica que habría largado 2 metros retrasado, por un error al cavar el agujero de apoyo que utilizaban los velocistas en esa época. También, se cuenta que le habrían ofrecido repetir la final, pero Metcalfe no aceptó, para no arriesgar el triplete de medallas logrado por Estados Unidos. Eddie Tolan, estudiante en Michigan, se convirtió así en el cuarto velocista en la historia en lograr el doblete dorado en los Juegos Olímpicos. “Mirado a la distancia –escribe Plá- hay distintas explicaciones al doble triunfo de Tolan frente al favorito Metcalfe. En un mes, desde los Trials, la forma de Tolan habría subido y la de Marquette bajado. Metcalfe habría respondido mal a la presión de la alta competición y aún peor tras su derrota en los 100 metros”. Cuatro años más tarde, en los controvertidos Juegos de Berlin, Metcalfe tendría la redención del oro al integrar la posta campeona 4×100, aquella que marcó el cierre para la formidable cosecha de Jesse Owens…
Bianchi Luti, por su parte, fue invitado a un meeting en Nebraska, donde ganó una prueba de 100 metros, antes de retornar al país. El Gráfico le dedicó su portada del 13 de agosto (ya había compartido otra un año antes, con Cicarelli y Ledesma). En los Campeonatos Nacionales de 1932, realizados en marzo del año siguiente, sumó su tercera corona en esa prueba (marcó 10s7) y apuntaló el triunfo de Córdoba en el relevo corto. A comienzos del 33, Bianchi Luti estaba listo para defender sus cetros sudamericanos, en el Parque Battle y Ordóñez, en Montevideo. En la eliminatoria de los 100 metros llanos marcó 10s.4, igualando el récord sudamericano de Pina. Pero un desgarro le impidió seguir participando.
Alejandro Stirling, el maestro de Zabala, estaba promoviendo una gira de atletas argentinos por Europa, contando con otro cordobés –el fondista y también olímpico Luis Oliva- y el garrochista Diego Pojmaevich. Y con Bianchi Luti. Rubén Aguilera cuenta que “La concreción de aquel viaje no fue fácil, debiendo sortear algunas dificultades económicas. Para superarlas contaron con importante ayuda. Por ejemplo, del diario Critica, que organizó el 2 de junio en el teatro San Martín un festival a beneficio de los atletas y de Stirling. Importantes figuras de la radio, el cine y el teatro contribuyeron con su aporte artístico. Así fue como actuaron, entre otros, Blanca Podestá, Olga Casares Pearson, Enrique Muiño, Luis Arata y Luis Sandrini, como las cancionistas Azucena Maizani, Tania (el gran amor del compositor Enrique Santos Discépolo también presente) y Rosita Montemar”. También allí habría cantado Carlos Gardel. Agrega Aguilera: “Gardel, que ese año se había separado musical y comercialmente de José Razzano, interpretó «Mano a mano», luego de haber sido presentado por el locutor José Cánepa con proféticas palabras: «Cuando se escriba la historia del Tango, en página aparte y en letras de oro se destacara el nombre de Carlos Gardel». Peculiar anécdota que une a Gardel con el atletismo. Dicen algunas fuentes que Pojmaevich lo había contactado y el mítico cantor prometió su asistencia”.
Sin embargo, poco pudo hacer Bianchi Luti en esa gira, resentido por sucesivos desgarros. Había debutado con un triunfo sobre 100 metros en Viena, pero debió dejar otros compromisos. Parecía repuesto para los “Juegos Mundiales Universitarios” a principios de septiembre en Turín, el antecedente de la actual Universiada. Y si bien atravesó la serie y semifinales, no pudo competir en la final por otro desgarro, triunfando allí el alemán Erhard Pflug con 10s7. Pojmaevich, en cambio, tuvo una exitosa gira y en esa Universiada consiguió la medalla de plata del salto con garrocha. Bianchi Luti se alejó del atletismo y es probable que ya sufriera el virus que le causó la muerte en Córdoba, en octubre de 1935. Esta fue la semblanza que escribió El Gráfico:
“Pocas campañas hay en el deporte tan consagratorias como la suya. De Bianchi Luti puede firmarse que llegó, vio y triunfó. Alto y fuerte, encarnaba el tipo atlético y había en su rostro una expresión amable que inspiraba simpatía. En la pista gastaba hasta la última gota de energía. Fuera de la pista, no había porqué cansarse. Esa era su filosofía, de ahí su pachorra provinciana. Tenái una inquietud: viajar. Dijo:’¿Estar parado en un sitio? No. Si viajar es lo más lindo que se ha inventado, andar, ver cosas nuevas. No se imaginan lo que es para mí arrimarme a la ventanilla de los trenes y a la barandilla de los barcos’.
Y concluye: “Desde ahora en adelante, Carlos Bianchi Luti es un nombre que pronunciaremos todos con la admiración que nos produjo cada presentación suya y con la nostalgia que nos impone su ausencia. Sprinter en la pista, lo fue también en la vida. Llegó a la meta demasiado pronto”.
Pasarían veinte años desde su hazaña en Los Angeles hasta que otro argentino, Bönnhoff, se colocara en una final olímpica de velocidad, también sobre 200 metros llanos: fue sexto en Helsinki. Nadie los pudo igualar desde entonces.
FOTO: La victoria en los 100 metros del Sudamericano 1931 en Buenos Aires.